Ética Amatoria del deseo Liberterio y las afectaciones libres y alegres

Ética Amatoria del deseo Liberterio y las afectaciones libres y alegres
Luddismo Sexual

domingo, 21 de agosto de 2011

Una Ética llamada Deseo:


Una Ética llamada Deseo:





Lo que se esconde es siempre lo mismo, cuestiones de amor y de sexualidad. Deshacemos la lógica del amor, que es una lógica narcisista, porque habla fundamentalmente del yo, para devenir capaces de amar.

Gilles Deleuze


De acuerdo al filósofo anarquista Christian Ferrer (Cabezas de Tormenta. 2004), el anarquismo constituye ante todo una forma de existencia contra la dominación, la cual no se puede concebir sin una ética del hacer, una ética de la performance, una metafísica crítica: somos lo que hacemos con lo que se ha hecho de nosotras.

Esta ética anarquista se confronta de manera permanente en la experiencia histórica con una ética del deber ser de las identidades –sobre todo de aquello que se considera que es a partir de la Modernidad. De este modo, en el campo de los estudios de género y de las así llamadas “nuevas” sexualidades, la teoría queer viene a ir más allá del planteamiento de las identidades GLTB, lato sensu.

Sin embargo, esto no es posible sin una ética que aspire, entre otras cosas, a acortar la brecha entre el decir y el hacer, no en términos de coherencia, que de un modo u otro reterritorializaría la eugenesis purista nazi, sino en relación a los procesos de subjetivación/desubjetivación. Un cómo se vive que permita la posibilidad de fugar de la interpelación ontológica de “ser” y “deber actuar cómo”.

Una ética que no suponga al deseo como algo no natural, ni espontáneo, sino como una materia resignificable, hasta incluso re-programable. Un deseo que no sea tampoco un movimiento hacia algo de lo que carecemos y que se manifiesta en torno a una falta, una ausencia, y cuya satisfacción resida en la “posesión” de aquello que nos falta. Por el contrario, desear implicaría la construcción misma del deseo: formular qué disposición se desea, qué mundo se desea. Reprogramar.

Con esta crítica a las sexualidades modernas en mente, ciertas prácticas S/M (sado-masoquistas o BDSM) devienen un modo privilegiado de cuestionar y fisurar la organización de la jerarquía sexo-corporal y las prácticas implicadas en ella. La manera en la que caracterizamos esta modalidad S/M nos lleva necesariamente a redefinir la noción de cuerpo, que toma en cuenta el valor, la función, y su narrativa en el marco de estas prácticas: el cuerpo no significa lo mismo ni se usa de la misma manera en la que aparece recortado por el discurso y régimen heteronormativo.

En ese sentido, aquellos espacios tradicionalmente consignados a la vida privada, como ser el de la sexualidad (uso reflexivos de los placeres y los deseos), se constituyen hoy como vectores de una apuesta política fuerte contra el orden establecido de las cosas: por ejemplo, la división binaria por sexos, y las afectaciones que se desprenden de allí, cuya construcción depende de una matriz de inteligibilidad que califica a las personas de acuerdo a expresiones de género (femenino/masculino) y el ejercicio de una sexualidad heteronormativa que de allí emerge como “natural”, son algunos de los pilares donde el sistema capitalista se apoya firmemente. El género sería entonces de acuerdo a nuestra postura el dispositivo privilegiado (el ideal regulatorio de construcción afecto-somática) de un régimen que regula las diferencias y que divide y jerarquiza a esos cuerpos de forma coercitiva y solidaria con cierto orden y que finalmente hace que deseemos y queramos en cierto sentido y no en otro.

Por eso, las prácticas así llamadas “sadomasoquistas”, pueden ser concebidas como la quintaesencia de la sexualidad sin fines reproductivos, en su sentido anfibológico, y por ende no como reproducción del sistema dominante, de sus lógicas, ni de sus agentes. El S/M crea placer(es) de extrañas formas, no radicadas exclusivamente en lo genital, o incluso prescindentes de ello, y cita de manera desviada las convenciones sexuales referidas a los roles de los participantes. De acuerdo a esta definición, el S/M constituye el punto más extremo de la experiencia sexual: algunas de sus prácticas aparecen como una citación desviada de las convenciones sexuales que permiten sexualizar, (y así resemantizar y resignificar) por ejemplo, la noción de propiedad privada que opera configurando no sólo el intercambio político-económico sino, por extensión, las relaciones afectivas todas.









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