Ética Amatoria del deseo Liberterio y las afectaciones libres y alegres

Ética Amatoria del deseo Liberterio y las afectaciones libres y alegres
Luddismo Sexual

lunes, 7 de marzo de 2011

Etica amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres








¿Dónde están las palabras, dónde la casa, dónde están mis antepasados, dónde están mis amores, dónde mis amigos? No existen mi niño. Todo está por construir. Deberás construir la lengua que habitarás y deberás encontrar los antepasados que te hagan más libre. Deberás construir la casa donde ya no vivirás solo. Deberás construir la nueva educación sentimental mediante la cual amarás de nuevo. Y todo lo edificarás sobre la hostilidad general, porque quienes despiertan son la pesadilla de quienes aún duermen.
Tiqqun










Incipit




El hecho de que una sola cosa o persona merezca nuestro amor

es una forma de barbarie, pues excluye a todos los demás.

Nietzsche


¿Acaso no es la escritura una actividad inútil, un juego con su fin en si mismo -autotelos- que no se subordina a ningún proyecto, que permite desnudarse y pone en juego la integridad del ser, admitiendo incertidumbres, hasta el extremo del silencio, la risa, el llanto? Este otro tipo de escritura es poética y hace posible la comunicación íntima para romper el aislamiento cotidiano de los seres, para ponernos en comunicación entre nosotras: Yo en Buenos Aires, Vos donde sea que estés. Pero este agenciamiento -pandilla- se trata de muchas más que dos.


La escritura puede ser un movimiento irreductible, un movimiento mediante el cual alguien dice “no obedezco más” y arroja a la cara de un poder que estima injusto el riesgo de su vida como era conocida hasta ese momento, de su inteligibilidad social, porque prefiere -y desea- el riesgo de la muerte a la certeza de tener que obedecer.


Amo AmoR, no te obedezco más: tu pretendida evidencia natural puede ser criticada y destruida; o acaso no es innegable que algunos temas han sido construidos durante cierto momento de la historia. Por ello, algunas personas que afectadas mutuamente pueden salirse del circuito de la semiótica amatoria romántica devienen algo más, se tornan afines: mucho más libres de lo que se siente, de lo se acepta como evidencia.


Arremetemos viajeras -entonces- contra la idea de necesidades universales en la existencia humana, contra la noción de humanidad - ¿Qué es lo humano? ¿Quiénes sus monstruos que entregan las credenciales en la puerta del nacimiento, y dicen “mujer”?- para mostrar la arbitrariedad de las instituciones y la violencia de los instituidos y para poder concebir cuál es el espacio de libertad del que todavía podemos disfrutar, y qué cambios todavía podemos realizar.


Viajamos y migramos a lo desconocido, a la incertidumbre para comprobar especialemnte que aquello que creíamos único e irrepetible es solo una ficción que también a se nos aplica. Ni únicas ni irrepetibles, el chispazo que puede hacer encender la mecha del gusto por otro cuerpo, se puede encontrar en muchos cuerpos y muchos lugares, incluso los menos pensados, a las afines y las compañeras de ruta.


Este encuentro entre amigas se trata de un viaje que destruye y construye -deconstruye- los afectos y los modos de afectación hasta ahora conocidos como “Amor” y “Enamoramiento” para devenir más sinceros, más profundos, más fuertes. Para vivir hoy como desearíamos vivir mañana el mundo nuevo que habita en nuestros corazones.


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Manada de un lobo corre por

una pradera ardiente 1




Ay amor, lo que no pude

dar, no supe recibir

Diana Bellesi


Alegría, Amistad, Afinidad, Amor. ¿Sentimientos o Instituciones? ¿Re-definibles, re-semantizables, re-significables? El Zaratustra decía que quién quiera tener un amigo tiene que querer también hacer la guerra por él: para poder hacer la guerra hay que poder ser enemigo. ¿Puedes acercarte mucho a tu amigx sin pasarte a su bando? ¿Has visto dormir a tu amigx para conocer cuál es su aspecto? Y aquí nosotras hoy agregamos “amiga”, amica, en latín la amante.

El Hombre, su idea, su iluminismo, tiene que ser superado para amar en vos los ojos firmes y la mirada de la eternidad, y devenir aire puro, medicina, y soledad, pan y medicina para tu socias: el esclavo no puede ser amigo; el tirano no puede ser amigo. Ser amigas, hacer cosas por qué sí, por la pura pérdida, de tiempo, oponerse a la dialéctica hegeliana de la dignidad del trabajo y de la creación de un sujeto revolucionario.

¿Qué revolución? La lucha social es hic et nunc, aquí y ahora, y nos oponemos a la dominación para vivir hoy como nos gustaría vivir mañana, con la crítica a la utilidad de las cosas y contra la metafísica productivista, mediante relaciones de afinidad y de gusto en la boca. Forjar así un cuerpo lúdico (luddita), festivo, ritual que anule a la pareja para poder afectarse más y no menos. Devenir manada y basar las afectaciones en la libertad y en el deseo sin falta ni carencia. Pareja: individualismo posesivo, acaparamiento de objetos que puede ser exhibidos frente a los demás.

¿Cuándo nos convertimos en objetos para ser exhibidos frente a los demás?

¿Cómo permitimos que eso ocurra?

Afectarse no tiene por qué tener que ser aguantar la mierda del otro.

Nuestros cuerpos buscarán el encuentro con una persona, con un libro, con una música para devenir esa persona, ese libro, esa música: compartiremos hasta lxs amantes. Permito que me invadan y que mi territorio se amplíe de esa manera. Una filo-sofía funciona para resistir: para aguantar los embates del mundo, para contra - atacar, para borrarse y experimentar.

Oh, el Yo ese maldito gran traidor: difuminar en mí el universal o la especie a la que pertenezco (fondo inalcanzable salvo el acompasado latir donde seré, donde fui la gloria disuelta del yo). Identidad: contornos fijos, líneas duras del ser.

Una afectación que me desterritorialice, que me nomadice para que la vida circule con la sangre, la sangre y el espíritu: emprender líneas de fuga: abandonar el campo de Marte, fuera de los estratos como personas, fuera de la lógica binaria por la que somos o varón o mujer, o niño o adulto, humano o animal. Abandonar las dicotomías, los binarios, la dialéctica. Hacernos múltiples, deshacernos, combatir el uno de nuestra identidad y arriesgarnos a una vida gozosa, una vida que se mueve por deseos y por alegrías, que no se sustente edificada sobre el resentimiento, ni sobre el odio, ni sobre las desgracias de las otras personas; una alegría que no necesita la tristeza ajena para existir.

Lógica de las relaciones: lo importante en la vida: no los sujetos sino sus acciones. (lo que se esconde es siempre lo mismo, cuestiones de amor y de sexualidad). El AmoR, romántico, meloso, individualista; esa es la lógica narcisista que habla fundamentalmente del Yo, yo, yo, mi, mi, mi, lalalala, e impide devenir capaces de querer/desear, chiquito, así, sin pompas, para componer un cuerpo con otro, un proceso de deseo. Ensamblarnos y armar nuevas máquinas.

Amistad política-deseante, ética anarquista del deseo libertario, cariño, afecto, deseo, tesoros comunes a compartir por todas: un gesto con la mano, una manera de mirarnos, una forma de encontrarnos en los ojos y en los gustos, una canción, un poema, caminar con vos por la calle y reírnos con toda la boca y todas las venas, saber que no estamos solas…plena de gracia infinita, tocás el centro mismo de mi existencia. Percibo algo que me revela y me enseña incluso en el mismismo instante de tu locura.

Deseo: una disposición.

Construir el deseo: formular qué disposición se desea, qué mundo se desea, para que sea el mundo en el cual tu deseo discurra. Nuevas relaciones sociales sindicadas a sus técnicas. Ni carencia ni ausencia, sino comunidades deseantes que reformulen el parentesco y la definición de hogar.

Camaradería: el compañerismo, alianzas, que se anuden líneas de fuerza imprevistas.

Subversión: un tipo de repercusión que se resiste a los cálculos.

El problema es la afectación que no quiere estratificarse en una relación de pareja, que tiene como condición sine qua non la inclusión como su esencia. El cariño, así, chiquito, sin pompa, perturba. Resemantización constante, distorsión, desviación, contornos de formas que todavía no podemos prever: la masculinidad y feminidad no agotan los términos ni para la identificación erótica ni para el deseo y el uso de los placeres. Volverme más susceptibles de placeres, nuevos y extraños placeres. Ese, también, es mi deseo para vos.

¿Cómo arribar, a través de las prácticas sexuales, a un sistema relacional?

Deseo: posibilitar los instrumentos para relaciones polimorfas, variadas, sin programa, sin necesidad ni apuro. El futuro no está escrito, quizás pueda comenzar por estas letras:


Atrévete, atrévete a viajar conmigo, atrévete a vendar los ojos, atrévete, atrévete a las cosas nuevas y en esas quimeras me propongo yo. Seamos estupendxs amigxs dejemos la crítica de lado, la música no tiene mensaje para dar. Atrévete, atrévete a lo poco claro, atrévete a querer lo raro, atrévete, atrévete a surcar el caos, que del otro lado te espero yo. Seamos estupendxs amigxs.


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Love sucks.

Ni bien imaginamos que alguien es responsable por nuestra existencia...

y le atribuimos la intención de nuestra existencia, nuestra felicidad o miseria

, corrompimos nuestra inocencia de devenir.

Nietzsche


Vivir la diferencia es una cuestión de grados, es -al decir de don bigote- atreverse a caminar en el desierto, a vivir una vida de peligro, a poner el cuerpo y los sentimientos en riesgo. Desertar, desistir. Vivir la diferencia es como caminar por una cuerda por encima del abismo -abgrund-. Al hacerlo negaremos las fuerzas reactivas que nos tiran hacia abajo. Ya no más juicio y castigo, ya no más la lógica de víctimas y victimarios.

Pero para andar por el desierto hace falta coraje, valor, porque vivir la diferencia es vivir en ninguna parte, es vivir por fuera de la humanidad, fuera de su moralidad, en independencia de ella, y su binarismo de clase, de género, por fuera de las instituciones, fuera del odi et amo. Es vivir contra la humanidad, sobre la hostilidad general porque quienes despertamos somos la pesadilla de quienes aun duermen.

Andar significa cuestionar nuestros valores y nuestros deseos constantemente. Dejar la angustia -el malestar de la cultura- en pos de las fuerzas vitales. Vivir sin estructura, sin inscripción en la trascendencia de la moral. Sin AmoR, mucho menos sin enamoramiento. Sin Amo-R.

Devenir hiperbórea, que viene a querer decir no necesitar ya del Estado, no necesitar ya de las instituciones (el AmoR y la pareja son instituciones vs. la amistad y la afinidad que son acuerdos contingentes y temporarios basados en fuerzas productivas y deseos positivos). El AmoR Romántico y la pareja crean jerarquías. ¿Acaso no era obvio? Ellos son los jerarcas que dictan quién sube primero al bote salvavidas y reparten las plazas de salvataje. Son los pontífices que crean una moral basada en lo individual y en una ficción del espíritu que justificará su accionar en forma de anillo: te elijo a vos de entre todas porque te lo mereces y te lo mereces porque te elijo a vos.

El AmoR y la pareja pondrán en riesgo lo comunal y lo comunitario en pos de su lógica binaria. Harán tambalear proyectos colectivos en pos de no separarse “de la media naranja”, del “compañero de verdad”.

El AmoR y la pareja, pero mucho más el enamoramiento es una semiótica literaria del Imperio necesaria para la proliferiación del aparato de captura que garantiza el ejército de reserva de la heternorma. Tienen sus códigos, sus textos, sus gestos aprendidos de sus literaturas. Narcotizan, ensimisman, engañan, ciegan, poseen. Demonios. Son ante todo una ficción texto-discursiva. Antonio de Nebrija sabía un poco de esto cuando armaba sus gramáticas: “el lenguaje ha sido siempre aliado del imperio”. Imperium, en latín poder.

El AmoR y mucho más el enamoramiento (cathexis) tiene sus sistema de signos y códigos, sus gestos y sus textos. Los repetimos sin pensar, creyendo que son nuestros. Creemos que hay alguien allí individual que elige algo cuando solo hay deseos colectivos que atentan o reproducen. Eso no nos hace más inocentes o menos responsables del establecimiento de una jerarquía frente a nuestras narices. Porque el fascismo no se impone desde fuera. El fascismo se desea desde dentro, desde nuestras estructuras psicológicas que nos hace alentarlo, pedirlo, y crearlo. El Führer solo puede ser exitoso unicamente si su programa se parece a las estructuras promedio del individuo promedio. Y lo contrario también cabe afirmarse: ninguna idea será completamente popular si en nada o muy poco se parece a lo que el individuo promedio tiene en su estructura.

A esta lógica le oponemos A al cubo: afinidad, amistad, afecto/afectación- tres modos de la alegría, tres modos de la anarquía, tres modos de las pasiones no trágicas no tristes. Dejamos de creer en los órdenes externos y sus signos que nos inscriben en posiciones fijas y en un sistema de jerarquías. Andamos en manada.

Atreverse a querer si enamorarse, atreverse a querer sin AmaR romanticamente, eso es la afinidad libertaria, libre hasta la libertad absoluta, desatada, hasta la locura. Pero no será una tormenta que destroce nuestros poblados. Por el contrario, es el deseo proliferante como fuerza productiva. No genera necesidades, otorga libertades, inquietudes, incrementa riquezas, multiplicidades, destrezas. Es un fluido, un proceso, una línea de fuga, un devenir. ¿Quién se atreve a preguntarse “quién desea mi deseo”?

AmoR el deseo del Estado.

Pirsig acierta cuando afirma que demoler una fábrica o levantarse contra un gobierno es atacar los efectos más que sus causas (metalepsis, diría Judith Butler). El verdadero sistema es la presente construcción del pensamiento, la racionalidad misma, por ejemplo la racionalidad del AmoR romántico. Por eso, si la fábrica es demolida pero la racionalidad que la sustenta se mantiene, entonces esa racionalidad producirá otra fábrica nueva. Si una revolución destruye un gobierno pero el patrón sistemático de pensamiento que produjo a ese gobierno permanece intacto, entonces se repetirán los patrones. (Zen and the Art of Motorcycle Maintenance). Por eso se torna menester sustituir la noción de deseo como pérdida, o falta o carencia o ausencia por un deseo activo, que fluya. Un deseo que produzca deseos, un deseo que produzca energías, no que las consuma. El deseo deseando el deseo. Un deseo que nos lleve en línea hacia donde queremos ir en manada.

Este deseo es un deseo anarquista: activo y no regimentado o jerarquizado por la familia, la iglesia, la escuela, el trabajo pero tampoco por las instituciones del Amor romántico, es decir, la pareja, la heternorma (que encarna en todo cuerpo disciplinado, incluso en gays, lesbianas y trans: única salida: la degenerización a partir del género).

Axioma: partimos del género, de nuestros cuerpos sexuados y biopoliticamente asignados, desde allí a su deconstrucción, tendremos que deconstruir cosas distintas mediante distintas prácticas y asimetrías puesto que hemos sido binariamente creadas.

Deseo nómade, se inserta como plugs anales en otros deseos pero nunca es dependiente de otro deseo. En cambio, se conecta con las líneas de intensidades de otros deseos deseantes pero no se clava fijo allí. Jamás dice “esto es mío”, o “sin vos no puedo”. No pertenece a una nación, un partido. Siempre en movimiento, aunque parezca quieto. Nunca es ciudadano, nunca se territorializa. Cada día se vuelve a crear. Y al crearse a si mismo crea el mundo. Crea conexiones con lxs otrxs, en campos de intensidad y afecto. Estamos interconectadas.


Bye bye romantic love ...porque como anarquistas no nos dejamos llevar por un Arquetipo macro referente llamado AmoR con capital mayúscula. Rizomamos: crear relaciones horizontales. Basta de jerarquías! Basta de definiciones que marquen cual mojones nuestros fluidos! Que nuestras acciones hablen mucho más que nuestras palabras! El acto más amenazante del Estado es el acto de vivir sin el marco de una jerarquía, el acto de resistir ser codificada dentro de la semiótica del AmoR romático, el acto de resistir toda asimilación al sistema para poder desear y querer libertariamente en jauría a nuestras afines.

Atacamos. Banzai.


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King Ludd




Si la ciencia fuera puesta al servicio del capital,

la recalcitrante docilidad del trabajador estaría asegurada.

Andrew Ure, Philosophie des Manufactures, 1835


En 1811, en Inglaterra, durante el mes de abril, 350 persona arremetieron contra un nuevo elemento del paisaje habitual: destruyeron y quemaron una fábrica de hilados de William Cartwright en Nottinghamshire. Esa misma noche, cuenta el filósofo anarquista Christian Ferrer en su libro Cabezas de Tormenta, otras setenta fábricas fueron destrozadas. Así nacía espontáneamente un movimiento horizontal, multitudinario, comunal, pro-tecnologías pero anti industrialización que se dio a conocer como Ludditas puesto que decían seguir las órdenes de un personaje imaginario apodado El capitán Ludd. Una ficción literaria y popular agita una revuelta espontánea apasionadamente violenta y destructiva de la fabricación industrial. Ned Ludd nunca existió: se trataba de un fábula de un muchacho hilandero que rompió violentamente su telar porque no le salía el tejido.

Quienes participaron en el movimiento formaban parte de la trama y el tejido de la comunidad misma, eran sus trabajadores y sus habitantes, en el corazón de la Inglaterra textil de comienzos de la revolución industrial cuando las fábricas se dejan ver dentro del escenario urbano como un proyecto de control social y subjetivacion de lxs pobres. En 1770 alguien imaginó un nuevo plan para convertir a lxs pobres en gente productiva: La Casa del Terror, la llamó. Sus habitantes estarían obligadxs a trabajar 14 horas diarias y serían controladxs mediante dietas de hambre. Cualquier parecido con la realidad no debe ser leída en términos de pura coincidencia.

Luddismo: Aquellas sublevaciones sin líderes, sin centralización de poderes, con cambios de género para evitar la identificación (se cuentan historias de ludditas transvestidos y ludditas bio-mujeres encabezado revueltas) inventaba una logística de acción. Entre sus logros, además de la anticipación de la pasión por la destrucción, saquearon mercados, quemaron fábricas (en vez de tomarlas y “recuperarlas” y subjetivarse como obrerxs).

Lxs ludditas hicieron correr el fuego de la insurrección como reguero de pólvora mediante el sabotaje, el pillaje, las canciones, las rimas, el espionaje y la mentira a los poderes. Fueron ante todo una máquina de guerra, una modalidad de lucha contra el capital, un intento de destruir “la nueva sociedad” , es decir la sociedad moderna por fuera de la racionalidad dominante, de la cual se mantuvo ajena, que postula la “neutralidad” de las máquinas, o su demonización sin más. Fueron ante todo un analizador, un agenciamiento, pero también una inspiración en el desierto, es decir, un concepto: centro de vibraciones que sin corresponderse con la realidad, permite que oigamos de ella en ella algo. Un canto que despierta a lxs anestesiadxs.

Usualmente mal comprendidxs o pesimamente analizadxs, el legado luddita oscila entre hordas simiescas que se oponen no sólo a la idea del nuevo Dios, el Progreso (científico), sino también como desclasadxs enfermxs de falsa consciencia que no comprenden la lucha de clases confundiendo metalépticamente causa y efecto. Otras veces, cuando su lectura se vuelve propiciatoria de la ritualística romántica ácrata y new age libertaria, lxs ludditas se convierten en primitivistas rompe máquinas, justicieros contra la tecno-ciencia, como si acaso hubieran ellxs pensando en conceptos tales como naturaleza o alienación.

Resignificar esa historia, esa ficción luddita, no es una cuestión de nostalgia de una aurea aetas del artesanado, a pesar de que ciertamente el advenimiento del reino de la producción cuantitativa en masa ha sido fuente de calamidades al establecer la dictadura omni-presente de la necesidad y al Imperativo del Trabajo (dignificador). Este reino de la producción no debería ser entendido en términos de escasez/abundancia- estructura/superestructura cuando por encima de todo análisis de los salieris de David Ricardo se instituyen nuevos regímenes de colonización de los cuerpos a través del crudo principio de la utilidad.

Las agencias de minorías críticas ponen delante de nuestros ojos la dimensión ético-política lejos del sujeto de la izquierda cuyo cuerpo ideal es viril, trabajador, reproductivo. Pero también hostigador del romanticismo del anarquismo hasta ahora conocido, que en muchas regiones, ve a la tecno-ciencia como el nuevo monstruo a combatir irreflexivamente, un nuevo cuco que les otorga inteligibilidad como colectivo en su cotidianidad.

En este aire viciado de dicotomizaciones binarias, el legado luddita resuena hoy desviado hacia la destrucción de otras tecnologías de construcción de la subjetividad (obrera, como ya dijimos, pero romántica y humana -homo amans-): es decir ludditas destruyendo máquinas de captura dentro de la fábrica del Yo que la disciplina del Amor conlleva.


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Queen Ludd


La historia de la humanidad saldría beneficiada al rebautizarse como

historia de las tecnologías” siendo el sexo y el género aparatos inscriptos

en un sistema tecnológico complejo.

Beatriz Preciado, Manifiesto Contrasexual



Más cerca de este siglo y de nuestros propios regímenes de corporalidad, mucha gente inocentemente utiliza la metáfora “venimos así de fábrica” cuando quiere justificar un hecho biológico o afectivo, es decir somato-sexo-socio-político, como “natural”.

¿Dónde está la fábrica en la que esta gente trabaja?

¿Qué tipo de manofactura produce e intercambia?

A partir del siglo VXIII la mutación de los procesos de gobierno social implicó que el cuerpo esté en el centro de gestión de lo político. Una ficción histórica transitoria (soma) en relación a las formas de producción económica de gobierno de lo social inventa un alma sexualizada, una subjetividad que tiene la capacidad de decir en voz clara y alta “Yo” e internacionalizar un conjunto de procesos de normalizan que lo llevan a afirmar “soy homosexual” o “soy heterosexual”2. En el proceso de industrialización que sigue, entonces, a la revolución francesa la reproducción sexual se convierte en una de las maquinaria privilegiadas de lo social. El cuerpo social se organiza productivamente (reproductivamente): la familia (hetero-normal).

A mediados del siglo XX ha habido un quiebre que conllevó que toda sexualidad no reproductiva sea objeto de control, vigilancia y normalización. Así, el sexo es importante porque se convierte en uno de los enclaves estratégicos en las artes de gobernar. Pero eso que llamamos sexo no es nada estable, sino que refiere a un conjunto de constantes mutaciones históricas que afectan a la manera en la que las corporalidades son producidas y a la manera en la que los intercambios socio-afectivos de esas corporalidades son administrados.


En este contexto, el discurso clásico de las izquierdas y parte de un famélico e inaudible anarquismo de corte marxiano entiende que hay que tomar, como decíamos, la fábrica. Fábrica de azulejos, Zanón bajo control obrero, su máxima metáfora, desde allí toda la degradación clasemediera progresista. Es decir, reforma de un tipo de tecnología que disciplina nuestros modos de ser en el mundo: obrero, reproductora, enamorada. En cambio, bajo esta postura luddita, la fábrica donde se produce “la gente”, podría ser destruida, en pos de una manera otra de configurarnos comunalmente en manadas, jaurías o bandadas.

Hipertelia del cuerpo máquina: nuestras corporalidades pueden exceder la finalidad para la que fueron concebidos.

Primera petito principi: ya no más escenas platónicas -aquí no hay división entre cuerpo y mente, ni entre cuerpo y máquina.

Disciplinamiento fabril y control de calidad.

¿Cómo puede ser deseado el poder? ¿Cómo puede ser el poder deseado? ¿De quién son estos deseos? ¿Se puede desear el deseo del Estado?

No son estas preguntas de la indignación. Leemos a Judith Butler: el sometimiento del deseo engendra deseo de sometimiento.

¿Y si mi deseo (yo elijo, yo quiero, etc.) fuera también un traidor...?

Es decir, y siguiendo a Butler en Mecanismos Psíquicos del Poder, el funcionamiento psíquico de la norma ofrece al Poder regulador un camino más insidioso (más efectivo) que la coerción explícita. Su éxito permite su funcionamiento tácito dentro de lo social. Justamente, aquellas biopoliticamente asignadas mujer estamos sometidas al apego: el sometimiento es un poder asumido por el sujeto, una subordinación que el sujeto se provoca a si mismo, un interior eficiente cual empleado del mes, de cuya lógica productora es bien complejo deshacerse y fugar hacia el exterior de la manada.

Es importante glosar en este punto que el luddismo no niega lo que el cuerpo puede, lo que el cuerpo siente. Solo lo discute, lo arenga puesto que el proceso que, a escala molar, toma el aspecto del Estado moderno, a escala molecular, se llama sujeto somato-socio-sexual. Esta economía social anti-marxiana se comprende como un dominio ético de la producción de un cierto tipo de forma de vida: cada cuerpo, para llegar a estar sujeto en el seno del Estado moderno, debe pasar por el proceso de fabricación que le convertirá en tal: ser humano. Cada cuerpo en Estado a nivel molecular, dotado de Yo, para tratar con otros cuerpos-yoes según contratos universales que nadie discute porque los dicta “el alma” y los impone el cuerpo.

Destruir las máquinas de la fabricación de los géneros y así generar una contraproductividad desde el placer-saber, desde el deseo como fuerza creadora y productiva, desde un placer que no re-organice la ontología de la función corporal sino que arengue una excitación permanente que nos haga salir de la cadena productora-reproductora (llámense hijxs, llámense prácticas, llámense relaciones, et cetera), siempre sabiendo que no hay sexualidades puras- ni contrasexualidades puras- pero que sí hay incomodidad y resistencia y fuga, en una geografía que no sólo no es menor sino que ya tampoco es innombrable, que no es natural ni meramente inconsciente o pre-consciente, sino un dispositivo por donde emerge el poder con gran potencia en sus estados más primariamente naturalizados. De allí la necesidad de una acción directa (una insurgencia, divergencia, contra hegemonía, subversión) sexual, sexualizando la totalidad de la superficie del cuerpo, fetichizándolo todo, y des- identificando los órganos reproductores con los órganos sexuales y la pareja como la zona privilegiada para el viejo concepto del anarquista Emile Armand, la camaradería amorosa -que también tiene que ser relexicalizado.


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¿Cómo salir, cómo escapar,

cómo seguir sin sofocar el llanto?

No King but Queen Ludd



Tu vientre no se llevará mi piel.

Otra vez, puedo nadar hacia otro puerto,

hacia otro mar. Otro lugar.

Nuestro sueño nada más. Mil parajes a sembrar.

Massacre Palestina


Ciertas prácticas de deseo y placer se piensan desde una insurrección sexual que propone el cuerpo como lugar de enfrentamiento contra la construcción biopolítica, y reclama formas rupturistas de las funciones sexuales, deconstruyen sistemáticamente, no sólo los condicionantes culturales que operan sobre los mecanismos de elección de objeto sexual sino también las prácticas sexuales del sistema de género hegemónico, y el sistema de género entero que constituye una percepción, es decir, una construcción empíricamente social de lo corporal y de nuestras corporalidades: cómo intercambiamos e interactuamos con lxs demás, cómo tenemos que ser. Los dispositivos de poder no actúan ni por represión ni por ideología. En lugar de represión o ideología, normalización, normas sociales, dispositivos de control. De hecho, los dispositivos de poder ya no se limitan a ser normalizadores, tienden a ser constituyentes (de la sexualidad); no se limitan a formar saberes, son constitutivos de la verdad; no se refieren a “categorías” negativas a pesar de todo (locura y delincuencia), sino a una categoría considerada positiva (sexualidad y Amor-romántico).

El luddismo sexual no tiene programa. Solo cuenta con sus intuiciones y sus juegos. También tiene olfato, tacto y lecturas encarnadas en el cuerpo todo untado de piel. El luddismo sexual comprende que uno de los enemigos más acérrimos es el “amor romántico”. Enemigo de la multiplicidad y de la despersonalización par excellance que no permite ni ver, ni sentir ni apreciar las distintas afectaciones en grados y modulaciones con otras pieles y cuerpos. Enemigo íntimo que no permite salir al exterior, que crea familias, que reproduce códigos, reterritorializa experiencias. Enemigo inmanente a la pareja, al matrimonio, al noviazgo y al Amor-romántico.

El amor romántico el AmoR– del cual las lecturas míticas sobre movimientos y sujetos insurreccionales tampoco está exento- se fascina por la búsqueda de la fusión primigenia, el encuentro con una totalidad que lo complete: una razón para vivir, dirá, mediante la introducción de elementos novelescos que fingen vidas individuales menos abúlicas. Esta droga social provee a quienes la padecen grandes dosis de sacrificio, victimismo, barreras autoimpuestas a la vieja usanza de las novelas griegas, sentimientos trágicos idealizantes y dolores desgarradores de lágrimas y embobamiento: subidones de adrenalina y continua frustración para tener acceso a otro de los imperativos de nuestra civilización “la felicidad”, que muchas veces redunda en un sexo de alto voltaje.

En el Amor placer y dolor se convierten, cual hypnos y thanatos, en hermanos siameses que intensifican la vida cotidiana. La policía pasa a través de los cuerpos de lxs románticos, de lxs enamoradxs. Su objeto fetiche es la pareja, que a veces adquiere, cual changelling, otros nombres: compañera reza la vulgata de la izquierda pero también la lésbica como si acaso no fuermos varias las que te acompañamos en este viaje llamado vida, querida amiga-amante. Esta institución es otro de los regímenes o mecanismos reguladores y disciplinarios del poder formativo: producen una clase de amantes, una clase de amor, más cara al capitalismo: forman un tipo de sujeto y un tipo de subjetividad: su deseo es el deseo del Estado.

El amor es la reinvindicación de lo individual frente al agenciamiento de manada, nace, se desarrolla y llega a su máximo esplendor de la mano de nuestra civilización capitalista, y es uno de los mecanismos de control, uno de sus policías micro-chip que a resultado más efectivo en la disciplina sexo-social de las personas. Especialmente vulnerables a este mecanismo, pero no privativamente, serán todas las personas biopoliticamente asigandas a la dictadura del sexo “mujer”: el ensimismamiento de la cathexis amatoria les impide realizar ninguna otra cosa que no sea pensar en su ego, y sus sentimientos. Conversar acerca del fracaso y la decepción amorosa se convierten así en una de las formas básicas de la sociabilidad entre las biochicas.

Gilles Lipovetsky en La Tercera Mujer (1999) cree que el amor ocupa un lugar privilegiado en la identidad y los sueños femeninos debido principalmente a tres fenómenos: la asignación de la mujer al papel de esposa, la inactividad profesional de las mujeres burguesas, y su consiguiente necesidad de evasión en lo imaginario3. En la era de las medias clases y la comunicación global, el dispositivo del amor romántico se ha extendido por el orbe como mito único, y visión mesiánica que redime toda nuestra abulia y taedium vitae, otro auto-telos irracional e inflexible al cual de un modo u otro todos los cuerpos sucumben sin más: el discurso Amo del Amor se convierte, -como el discurso del progreso, el avance, y la evolución- en lo más importante en la vida de alguien.

Los putos promiscuos y algunas tortas sadomaso lograron durante cierto tiempo, posiblemente hasta la década del noventa, y pese al VIH, evadirse del reparto de roles. Pero como lo único inmutable es el cambio, esa situación también se modificó, seducidas estas individualidades por la posibilidad de ser, al fin, aceptadxs como “normales” dentro de la lógica dicotómica y binaria de Occidente.

Amor: una suerte de religión flegelante con elementos voluntaristas, individualistas calvino-luteranos, donde se depositan nuestros anhelos “más profundos” de acceder a la felicidad eterna en vida (acessis terrenal).

Sin embargo, el Estado ha dejado de ser el estamento que define autarquicamente las normas disciplinarias, para convertirse en uno de los tentáculos del capitalismo neo-liberal privado. Hoy el Estado es uno de los múltiples aparatos junto con los postindustriales o los mediáticos que re-configuran el cuerpo, es decir la matriz de inteligibilidad que produce luego el recorte del soma y la agencia de las afectaciones. Por lo tanto, se torna absurdo que los movimientos de minorías sexuales estén solo en diálogo y en lucha con el Estado que no tiene la centralidad que tenía. Se torna absurdo hoy tener como objetivo el matrimonio, o los derechos propietarios de las parejas frente a las complejidades de las configuraciones postcoloniales, de sexo, y raza. Es preciso atacar esa ficción del matrimonio desde otro lugar que no sea la legalidad.

Los Tiqqun afirman que “En medio de la amplia colección de medios que Occidente ha puesto en marcha contra toda comunidad, hay uno que ocupa desde alrededor del siglo xii un lugar a la vez predominante e insospechable”: el concepto de amor.

Odio y amor...¿me amás o no me amás?


¿Lo dejaría todo por que quedaras?

Imposición de peligrosa eficacia que contiene, pulveriza, constriñe y enmascara “toda la gama altamente diferenciada de afectos, todos los grados, sobrecogedores por otra parte, de las intensidades que pueden producirse en el contacto de los cuerpos.”

Pareja: reducción de la extrema posibilidad de elaboración de los juegos entre manadas, permanente chantaje y miserabilismo ético.
La disyunción de la margarita, la disyunción exclusivista me anula en mi potencia para hacer bandada, manada y jauría y para poder afectarme con otrxs cuerpos en sus diferentes intensidades...


Nuevamente, los Tiqqun aciertan cuando dicen “como prueba de lo anterior, bastará con acordarse de cómo, a lo largo del proceso de «civilización», la criminalización de todas las pasiones ha ido pareja con la santificación del amor como sola y única pasión, como la pasión por excelencia.”

Sin embargo, el Amor es un ánimo, un ánimo en cuyo estado hay que encontrarse y donde no siempre nos encontramos. Es decir, el Amor es el deseo de amar, y la fetichización de la afectación somática con otro cuerpo, unicamente; afectación, que por cierto se comprueba en otros grados y modulaciones con diferentes elementos que se acercan hasta nuestra piel. El Amor es un impulso hacia el cual impelimos nuestras corporalidades disciplinadas y creadas por un mito al cual respondemos; un mito del cual, hoy más que nunca, y con mayor claridad que nunca es menester fugar.

Recobrar así mi soledad, para cortar con la adicción al romance -adicción muy cara a la gente con mi asignación biopolítica, adicción que no me permite disfrutar el hic et nunc o las mini proyecciones del minuto por temores de las más diversas índoles-. Asimismo, deseamos este deseo de desaprendizaje y desubjetivización porque el Amor es solo una cadena que nos ata, sino que además un laboratorio de pruebas y una fábrica industrial construye-cuerpos, es decir forma-de-vida, tanto interior como exteriormente a punta de yunque y cincel, y efecto farmacológicos sobre nuestro cortex.

No obstante, como el Poder no siempre produce de acuerdo a sus propósitos, o mejor dicho, su producción desborda o altera sus propósitos, como ya dijimos hipertelia somatológica, quienes se desean pueden burlar, o transgredir la formación condicionante del Poder de la misma manera que el delincuente o vándalo o lumpen pueden ser fuerza destructiva contra el Estado, tal como le dijera en su día Bakunin al autoritario Marx y su estrechísima concepción de sujeto revolucionario. Un instrumento, previamente resignificado, puede asumir propósitos y efectos para los cuales no fue pensado, como cuando usamos un cuchillo para abrir una puerta o para un juego sexual con unx amante. De allí, devenir afines, células, manadas, migración en bandada desde la pareja a la multiplicidad de afectos pese al fóbos de macho alfa de la despersonalización del ser-hombre, para perderse en la pluralidad de la manada.

Es menester, pues, encontrar otra forma de afectarnos.

¿me oís?

... cómo construir, entonces, un mundo, un mundo donde se incrementen las potencias de nuestros lobos, donde pueda haber otros lobos corriendo con nosotras. Afectividad somato-socio-sexual susceptible de ser elaborada. Afectarse, afinidad corporal e íntima, acontecimiento que nada tiene que ver con la tiranía del amor romántico: amiga es una decisión, una intencionalidad, una máquina luddita que incrementa las potencia en manada. Juego de titanes en el ring: poiesis vs semiosis. Cada cuerpo está afectado por una inclinación, una atracción, un gusto:

Afinidad: aquello hacia lo que tiende un cuerpo, nunca un terroritorio, sino la agencia del deseo nuevo. Una línea de fuga posible, una hipótesis: prácticas, placeres y cuerpos. Ensamblaje de elementos heterogéneos en el deseo. Un proceso, en contraste con la estructura, un afecto. Emociones como devenires, cambios en el cuerpo, transformaciones. No sufro las emociones cual heroína clásica: no soy la protagonista de las novelas de las Bronte, Jane Austin, o el Yo lírico de Emily Dickinson ni de Safo. No, no soy paciente de las emociones, ni de ningún psicoanalista, no quiero más diagnósticos. La metáfora es la del viento en el temporal que modifica la geografía pero también la brisa que desliza el polen que da la vida: bacteria, polinización, infectarnos creativamente.

Al poner en juego el mundo que llevamos: ciertos cuerpos van juntxs, tienden, se inclinan: hay entre ellxs comunidad: manada, correr con los lobos la jauría, bandada.


En la comunidad ludditas hay cabida para las cosas, los animales, las máquinas: no estamos alienadas de nuestros objetos técnicos. Spinozianemente, salimos al encuentro de un cuerpo afectado por otro agenciamiento, otra manada -somos siempre más de una - cuerpo que dice «yo», en realidad dice «nosotras»-, cuerpo afectado que nos coloca en contacto con nuestras potencia imanentes e imprevistas. La manada no designa nunca a un conjunto de cuerpos concebidos independientemente de su mundo, sino a una cierta naturaleza de las relaciones entre esos cuerpos, y de esos cuerpos con su mundo; de hecho hay muchos modos de compartir el cuerpo. La jauría es a la vez acto y potencia. La jauría es bandada.

¿Cómo dar nombre a lo que siento? ¿Cómo romper la máquina de captura que retiene dentro del deber ser y agenciarme otro cuerpo? ¿Cuál su vocabulario?

Quizás no debamos ir tan lejos a buscar el thesaurum. Ferrer define la afinidad como “el sustrato social del anarquismo” que en “un horizonte más amplio acoge al espacio antropológico que le es favorable y desde siempre se lo llama “amistad””.

Afín/Amiga/Amante va más allá de la relación interpersonal y deviene “una práctica social que se desplaza sobre espacios afectivos, políticos, económicos antes ocupados por la familia tradicional. Es un amparo contra la intemperie a la que el capitalismo somete a la población. La amistad supone ayuda mutua, económica, psicológica, reanimadora, incluso asesorial, y-eventualmente- política”.

Amigas:

“toda felicidad de este universo

viene de la lucha.

Sí, para ser amigxs,

¡se necesita humo de pólvora!

Tres cosas en una son lxs amigxs:

¡hermanos ante la escasez,

iguales ante el enemigo,

libres... ante la muerte.”, dijo el filósofo bigotudo.


Deseo conceptos rompe-espejos para acceder, dar lugar a la experiencia. Pensar = resistir = luchar. Deseo de ahora en más quiero usar y que conmigo sean usadas metáforas desautomatizadoras para hablarnos de cómo nos afectamos en afinidad: "Te amo" no vale nada. "Te siento como una hermana siamesa desprendida de mi mismisima entraña" es ya algo diferente...



3 Cita tomada del blog Sayak Valencia, http://sayak.blogspot.com/


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¿Jugás?



Un encuentro sexual óptimo es el paradigma del juego productivo;

lxs participantes se potencian lxs placeres mutuamente,

nadie cuenta los puntajes, y todxs ganan.

Bob Black





Muero por sentir en común el vértigo del abismo para subsanar la discontinuidad que nos une. Si el Amor no es mi Amo (AmoR) puedo levantar la cabeza y dejar de pensar en vos como quien me da o quien me quita. No es tu obligación, ni tu responsabilidad, ni tampoco es algo que puedas: completarme. Sin embargo, como en la pulga del poema de John Donne, estamos más que unidas: me uno a vos por una extremidad de mi cuerpo, la patita al borde de la cama.

Esta resistencia, este aprendizaje socio-sexual- afectivo de construcción desea redundar en una mayor riqueza sexual y en la destrucción de las normas sociales que no será llevada adelante sin esfuerzo, sin apoyo mutuo y especialmente sin voluntad para deshacerse de los privilegios de género que claramente producen opresiones y exclusiones, cuerpos y subjetividades. Apostamos a deshacer la lógica narcisista del AmoR, porque habla fundamentalmente del Yo, para devenir capaces de querer, de desear.

Sueño una manera de vivir que suponga un concierto, sin que posiciones discontinuas se reduzcan las unas a las otras. Me esfuerzo antalgicamente en captar mas allá de toda posibilidad de negar a la otra parte una última posibilidad de convergencia. Olvidar lo que nos espanta al mirarlo de frente - la soledad, pero también el extraviarse, la despersonalización-.

Sueño con el desierto y desde él: una multitud de lobos que aullan. Me esfuerzo en producir delirios, quimeras, cosas que no existen: una manada de 3 gatos y más de 20 plantas, un puñado de amigas de múltiples expresiones de género a un tren de distancia en mi imaginación y en mis manos técnicas.

Invento hordas, tribus, hija adoptiva: devengo en base a ustedes. Afinidades, apoyo mutuo, principio de libre asociación. Viejos conceptos vienen en mi auxilio. Los resemantizo, los resignifico.

Escapo a la dialéctica del ser esto vs. ser esto otro para devenir multiplicidad, re-na-Ser. Re, la nota musical en la que se afina la guitarra en el punk, Na interjección guaraní exhortativa, Ser, jamás volveré a decir soy estoy o soy aquello.

En este juego te necesitamos para revisar nuestras prácticas y para lograr formas más refinadas, más elegantes, de afinidad y amistad, formas más profundas y flexibles de fluir. La alegría y la finidad no son la perfección misma, sino un un enérgico movimiento de la voluntad.

Si Spinoza tiene razón y un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario y más fuerte, los celos, la monogamia, la envidia inmanentes al AmoR-Romántico solo podrán ser superados por algo contrario y más fuerte, por ejemplo una buena amistad. El Zaratustra decía que quién quiera tener un amigo tiene que querer también hacer la guerra por él: para poder hacer la guerra hay que poder ser enemigo.

¿Puedes acercarte mucho a tu amigo sin pasarte a su bando?

¿Has visto dormir a tu amigo para conocer cuál es su aspecto?

Y aquí nosotras hoy agregamos “amiga”: el Hombre, su idea, su iluminismo, tiene que ser destruido para desear en vos los ojos firmes y la mirada de la eternidad, y devenir aire puro, pharmakon, soledad, y alimento para tu socías: el esclavo no puede ser amigo; el tirano no puede ser amigo.

Amistad y ética del deseo libertario, tesoros comunes a compartir por todas: un gesto con la mano, una manera de mirarnos, una forma de encontrarnos en los ojos y en los gustos, una canción, un poema, caminar con vos por la calle y reírnos con toda la boca y todas las venas, saber que no estamos solas…nunca estamos solas, plena de gracia (xaris) infinita, tocás el centro mismo de mi existencia, me volvés a la presencia. Percibo algo que me revela y me enseña incluso en el mismismo instante de tu locura.

¿Cómo arribar, a través de las prácticas sexuales,
a un sistema relacional?

Deseo: posibilitar los instrumentos para relaciones polimorfas, variadas, sin programa, sin necesidad ni apuro. El futuro no está escrito: amigas, hacer cosas por qué sí, por la pura pérdida, oponerse a la dialéctica hegeliana de la dignidad del trabajo y de la creación de un sujeto revolucionario. Para vernos se me ocurren tantas cosas, empezar por no hacer nada, desertemos, vayamos juntas al desierto de lo que no sabemos cómo puede devenir.

¿Qué revolución?

La lucha social es hic et nunc, aquí y ahora, y nos oponemos a la dominación para vivir hoy como nos gustaría vivir mañana, con la crítica a la utilidad de las cosas y contra la metafísica productivista, mediante relaciones de afinidad y de gusto en la boca.

Forjar así un cuerpo lúdico (luddita) sin sujeto, festivo, ritual que anule a la pareja y al dos para recobrar la seriedad que de niñx teníamos al jugar.

Me embellezco y rejuvenezco al desprenderme de las malas pasiones, las pasiones tristes, y trascender lo humano. El cuerpo se ve afectado literalmente y modificado. Por medio del pensamiento de algo que nos afecta corporalmente encarnamos su esfuerzo. Este esfuerzo se llama voluntad o apetito y es constitutivo de lo humano que quiere librarse de si. Cuerpo y espíritu como un todo. Voluntad y apetito como una misma cosa.

Deseos y placeres que serán mejores en la medida que utilicemos la reflexión, es decir neustras manos. Los cuerpos buscarán el encuentro con otro cuerpo, con un libro, con una música para devenir esa personamanada, ese libro, esa música.

Permito que me invadan y que mi territorio se amplíe de esa manera. Una filo-sofía funciona para oponernos: para aguantar los embates del mundo, para contra-atacar, para borrarse y experimentar.

Oh, el Yo ese maldito gran traidor: difuminar en mí el universal o la especie a la que pertenezco. Identidad: contornos fijos, líneas duras del ser. Una afectación corporal que me desterritorialice, que me nomadice para que la vida circule y devenga: emprender líneas de fuga: abandonar el campo de Marte, fuera de los estratos como personas, fuera de la lógica binaria por la que somos o varón o mujer, o niño o adulto, humano o animal. Hacernos múltiples, deshacernos, combatir el uno de nuestra identidad y arriesgarnos a una vida gozosa, una vida que se mueve por deseos y por alegrías, que no se sustente edificada sobre el resentimiento, ni sobre el odio, ni sobre las desgracias de las otras personas; una alegría que no necesita la tristeza ajena para existir. Lógica de las relaciones: lo importante en la vida: no los sujetos sino sus acciones.

El AmoR, meloso, individualista, habla fundamentalmente del Yo, yo, yo, mi, mi,mi, lalalala, e impide devenir capaces de desear/quere/disfrutar, chiquito, así, sin pompas, para componer un cuerpo con otro, un proceso de manada.

Resemantización constante, distorsión, desviación, contornos de formas que todavía no podemos prever: la masculinidad y feminidad no agotan los términos ni para el uso de los placeres ni para nuestros deseos, nuevos y extraños.

Deseo no abandonar la relación de inmanencia que me une con otros cuerpos, no negar la inmediatez animal, negación que me conduce a la angustia y a la muerte en vida, y nos reduce a la pura subsistencia, mero perdurar. Disolverme así en la continuidad con otras y poner(me) en cuestión, la propia individualidad, la propia razón, la idea misma de propiedad.

Deseo entregarme sin reservas, y perderme: ser artifex de mi misma: jubilosa creadora por medio de una indiferencia brutal del futuro. Me abro al juego incierto del azar que se me propone y afirmo el presente: si el poder es algo, la soberanía no es nada más y nada menos que poder perder, renunciar y reivindicar la dimensión lúdica y estética de la existencia corporal. Desertemos, te lo ruego, pero desertemos juntas.

Sin reposo alguno, sin esperar resultados, avanzando siempre a tientas, nos perdemos en el fulgor del éxtasis en la noche del no-saber: certeza es algo que solo tienen los católicos.

Un pensamiento libre que renuncia a todo resultado práctico, a todo saber eficaz, que se asocia a la alegría y al dolor, que se resuelve en la nada.

Me desnudo ante vos pornograficamente hasta las lágrimas o la risa, me comunico, tengo sexo.

Renuncio a tener razón, renuncio a tener derecho, asquerosos y mendicantes privilegios. Deseo la Anarquía: búsqueda de una intimidad perdida más allá de la esclavitud del trabajo y de la esfera de la utilidad donde la sabiduría del cuerpo hable en una diversidad de lenguajes que no podemos descifrar pero sabemos que existen en las variadas pulsaciones de nuestras pieles, en el latido de nuestros corazones en la radiante energía de nuestros músculos, en los impulsos eléctricos de nuestros cerebros y en las respuestas emocionales generadas por la interacción de nervios y hormonas y nuestras fiestas.

Una verdadera música de las esferas resuena dentro: las máquinas deseantes.

¿Estoy sola acaso?

Jamás pienses que estás sola. La alegría está en el proceso, en el devenir. No confío nada en el deseo, no creo en absoluto que haya un deseo anterior a un conjunto de normas o acuerdos sociales del mismo modo que no hay una identidad que precede a las interpelaciones normativas. Por eso, deseo que se crea en esa red de relaciones de nuevos placeres que nos lleven a desaprender nuestros “propios” deseos, aquello que culturalmente aprendemos a desear, es una especie de tarea muy larga pero fundamental.

Desaprender lo aprendido, ese, también, es mi deseo.


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Escolio


EL GRAN JUEGO DE LA GUERRA CIVIL


REGLA N.º 1

Hasta nueva orden, todos sus derechos quedan suspendidos. Naturalmente, es conveniente que conserven por algún tiempo la ilusión de que aún disfrutan de algunos de ellos. Por lo que hace a nosotros no los violaremos más que de uno en uno, y caso por caso.


REGLA N.º 2

Sean considerados: no nos hablen más de leyes, de la Constitución ni de todas esas elucubraciones de otra época. Desde hace tiempo, como lo habrán notado, hemos colado leyes que nos ponen por encima de las leyes, así como, por lo demás, de esta supuesta Constitución.


REGLA N.º 3

Ustedes son débiles, están aislados, aturdidos, engañados. Nosotros somos numerosos, estamos organizados, somos fuertes y lúcidos. Algunos dicen que somos una mafia. Es falso, somos LA mafia, la que ha vencido a todas las otras. Sólo nosotros estamos en condiciones de protegeros del caos del mundo. Es por ello que nos gusta tanto inocularles el sentimiento de su debilidad, de su “inseguridad”. Ya que es proporcional a la rentabilidad de nuestros chanchullos.


REGLA N.º 4

Para ustedes el juego consistirá en huir o, al menos, en intentarlo. Huir significa: superar su estado de dependencia. Lo cierto es que por ahora dependen de nosotros en todos los aspectos de su vida. Comen lo que nosotros producimos, respiran lo que nosotros contaminamos, el menor resfriado los pone a nuestra merced y, sobre todo, no pueden nada contra el poder de nuestra policía, a quien hemos conferido toda la libertad, tanto de acción como de apreciación.


REGLA N.º 5

No lograrán huir solos. Por lo tanto, para comenzar precisarán constituir las solidaridades necesarias. Para complicar el juego, hemos liquidado toda forma de sociabilidad autónoma. No hemos dejado subsistir más que el trabajo: la sociabilidad bajo control. Se tratará para ustedes de escapar de él. Mediante el robo, la amistad, el sabotaje y la auto-organización. ¡Ah!, una precisión: hemos convertido en crimen cualquier forma de huida.


REGLA N.º 6

No hemos cesado de repetirlo: los criminales son nuestros enemigos. Pero por esto debérán entender, en primer lugar, lo siguiente: que nuestros enemigos son criminales. En tanto que fugitivos potenciales, cada uno de ustedes es también un criminal en potencia. Por eso es conveniente que conservemos la lista de números a los que llamaron desde sus teléfono, que sus móviles nos permitan localizarlos en todo momento y que gracias a su tarjeta de crédito podamos conocer sus hábitos.


REGLA N.º 7

En nuestro pequeño juego, aquellos que salen de su aislamiento se denominan “criminales”. En cuanto a aquellos que tuviesen la osadía de cuestionar este estatuto, los llamaremos “terroristas”. Estos últimos pueden ser abatidos en cualquier momento.


REGLA N.º 8

Somos muy conscientes de que la vida en las filas de nuestra sociedad contiene tanta alegría como un trayecto en el tren de cercanías; que el capitalismo no ha producido hasta hoy, en materia de riqueza, más que una universal desolación; que nuestro orden carcomido no tiene más argumentos que las armas que lo protegen. Pero qué quieren: ¡es así! Los hemos desarmado mentalmente, físicamente; y ahora detentamos el monopolio de aquello que les prohibimos: la violencia, las complicidades y la posibilidad de aparición. Francamente, si estuviesen en nuestra posición, ¿harían otra cosa distinta?


REGLA N.º 9 Conocerán la prisión.


REGLA N.º 10 No hay más reglas. Todos los golpes están permitidos.




Su Gobierno



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Una Ética llamada Deseo




Lo que se esconde es siempre lo mismo, cuestiones de amor y de sexualidad.

Deshacemos la lógica del amor, que es una lógica narcisista, porque habla

fundamentalmente del yo, para devenir capaces de amar.

Gilles Deleuze


De acuerdo al filósofo anarquista Christian Ferrer (Cabezas de Tormenta. 2004), el anarquismo constituye ante todo una forma de existencia contra la dominación, la cual no se puede concebir sin una ética del hacer, una ética de la performance, una metafísica crítica: somos lo que hacemos con lo que se ha hecho de nosotras. Esta ética anarquista se confronta de manera permanente en la experiencia histórica con una ética del deber ser de las identidades –sobre todo de aquello que se considera que es a partir de la Modernidad. De este modo, en el campo de los estudios de género y de las así llamadas “nuevas” sexualidades, la teoría queer viene a ir más allá del planteamiento de las identidades GLTB, lato sensu.

Pero esto no es posible sin una ética que aspire, entre otras cosas, a acortar la brecha entre el decir y el hacer, no en términos de coherencia, que de un modo u otro reterritorializaría la eugenesis purista nazi, sino en relación a los procesos de subjetivación/desubjetivación. Por un lado, en términos de coherencia entre lo que se predica y cómo se vive, y paradojicamente que permita la posibilidad de fugar de la interpelación ontológica de “ser” y “deber actuar cómo”. Una ética que no suponga al deseo como algo no natural, ni espontáneo, sino como una materia resignificable, hasta incluso re-programable. Un deseo que no sea tampoco un movimiento hacia algo de lo que carecemos y que se manifiesta en torno a una falta, una ausencia, y cuya satisfacción resida en la “posesión” de aquello que nos falta. Por el contrario, desear implicaría la construcción misma del deseo: formular qué disposición se desea, qué mundo se desea. Reprogramar.

Con esta crítica a las sexualidades modernas en mente, ciertas prácticas S/M (sado-masoquistas o BDSM) devienen un modo privilegiado de cuestionar y fisurar la organización de la jerarquía sexo-corporal y las prácticas implicadas en ella. La manera en la que caracterizamos esta modalidad S/M nos lleva necesariamente a redefinir la noción de cuerpo, que toma en cuenta el valor, la función, y su narrativa en el marco de estas prácticas: el cuerpo no significa lo mismo ni se usa de la misma manera en la que aparece recortado por el discurso y régimen heteronormativo.

En ese sentido, aquellos espacios tradicionalmente consignados a la vida privada, como ser el de la sexualidad (uso reflexivos de los placeres y los deseos), se constituyen hoy como vectores de una apuesta política fuerte contra el orden establecido de las cosas: por ejemplo, la división binaria por sexos, y las afectaciones que se desprenden de allí, cuya construcción depende de una matriz de inteligibilidad que califica a las personas de acuerdo a expresiones de género (femenino/masculino) y el ejercicio de una sexualidad heteronormativa que de allí emerge como “natural”, son algunos de los pilares donde el sistema capitalista se apoya firmemente. El género sería entonces de acuerdo a nuestra postura el dispositivo privilegiado de un régimen que regula las diferencias y que divide y jerarquiza a esos cuerpos de forma coercitiva y solidaria con cierto orden y que finalmente hace que deseemos y queramos en cierto sentido y no en otro.

Por eso, las prácticas así llamadas “sadomasoquistas”, pueden ser concebidas como la quintaesencia de la sexualidad sin fines reproductivos, en su sentido anfibológico, y por ende no como reproducción del sistema dominante, de sus lógicas, ni de sus agentes. El S/M crea placer(es) de extrañas formas, no radicadas exclusivamente en lo genital, o incluso prescindentes de ello, y cita de manera desviada las convenciones sexuales referidas a los roles de los participantes. De acuerdo a esta definición, el S/M constituye el punto más extremo de la experiencia sexual: algunas de sus prácticas aparecen como una citación desviada de las convenciones sexuales que permiten sexualizar, (y así resemantizar y resignificar) por ejemplo, la noción de propiedad privada que opera configurando no sólo el intercambio político-económico sino, por extensión, las relaciones afectivas todas.



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Ética del deseo libertario: Otium



Toda posición de deseo contra la opresión por muy local y minúscula que sea

termina por cuestionar el conjunto del sistema capitalista y

contribuye a abrir una fuga.

Félix Guattari

De acuerdo a los diccionarios de latín OLD (Oxford Latin Dictionary) y Liddle & Scott, deseo es sinónimo de cupiditas, voluntas, studium, y aviditas. Por su parte, cupiditas se refiere al campo semántico del deseo ardiente, pasión, ansia, afán. Por ejemplo, flagrare cupiditate, significa arder en deseos, mientras que cupiditas studiorum, significa deseo o afición al estudio. Asimismo, la noción de deseo deriva en latín de desidium, es decir deseo erótico, derivado a su vez de desidia (indolencia, pereza, libertinaje, voluptuosidad), perteneciente al campo de desidero (posición de estar sentada o inactiva, pereza- de + sidus - desear, anhelar, apetecer, tener necesidad de, reclamar, sentir nostalgia, echar de menos, lamentar la pérdida o ausencia de algo -especialmente objetos-, investigar, estudiar, reclamar justicia-).

Desiderium, entonces, es el deseo, añoranza o nostalgia de un bien perdido o ausente que se echa de menos, sentimiento, pena por la privación de algo (“Long, ardent desire or wish for something once possessed, grief, regret for the absence or loss of something, synonymous with cupido, cupiditas, studium, appetitio). De hecho, en el poema 2 del poeta latino del siglo I A.C., Catulo, se consigna “desiderio meo nitenti” que puede ser entendido como “a mi radiante amada/amor/objeto de mi deseo”). Sin embargo, la evolución etimológica de la palabra es dudosa: puede que sea de considero (cum y sidus); o estar relacionada con la holgazanería, con la pereza, con la inactividad: sidere, sidi/sedi, sessum (Cf. sedeo) que significa estar sentado, posado, fijado, encallado, varado. Pero también se relaciona con sidus: estrella, constelación, astro, brillo, belleza ornato, región. Es decir, “desear” podría ser algo que se hace desde un asiento, desde la inactividad (otium, Catulle...), pero también, a partir de algo que se extraña, una guía, una estrella, cual nauta en el mar. (Diccionario etimológico latino español de Santiago Seguroa Munguía y Diccionario Etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas).

Por eso, al hablar de una ética del deseo libertario tributaria de una ética del deseo, se vuelve inteligible la centralidad de una crítica a la institución de la sexualidad moderna (obligatoriamente heteronormativa y heterosexual). Es bajo esta postura crítica que cobra sentido para nosotras el reflexionar acerca de las relaciones entre la ética anarquista y las prácticas S/M como modos de establecer un contrato entre afines que parta por enunciar y generar contra- deseos. En ese sentido, el cuerpo puede devenir otras cosas dentro del marco lingüístico que lo convoca. Tal como comenta la filosofa feminista Judith Butler en El Género en Disputa “…lo que hemos tomado como un rasgo “interno” de nosotrxs mismos es algo que anticipamos y producimos a través de ciertos actos corporales…un efecto alucinatorio de gestos naturalizados.”

En línea con estas reflexiones entendemos que es menester refutar también el carácter invariable del sexo, tan culturalmente construido como el género, mediante prácticas que “de-genericen” lo genital y otras prácticas que de allí se desprendan, mediante una citación subversiva de las mismas. Más aún, podemos decir que esta producción de la sexuación como fenómeno pre-discursivo y “natural” debe entenderse como el resultado del aparato de construcción cultural nombrado por y desde el género. Asimismo, es importante destacar que la mayor parte de las categorías psicológicas actuales (el yo, el individuo, la persona) proceden de la ilusión platónica y racionalista de una identidad “sustancial”. Desde que accedemos a ese conocimiento, el sujeto, el yo, el individuo, etc., se vuelven para nosotras conceptos falaces, pues convierten las unidades ficticias en sustancias cuyo origen es exclusivamente una realidad lingüística: “Cuando en el discurso lacaniano se dice, por ejemplo, que alguien asume un “sexo” la gramática de la frase crea la expectativa de que hay alguien que al despertarse indaga y delibera sobre qué “sexo” asumirá ese día, una gramática en la cual la “asunción” se asimila pronto a la noción de una elección en alto grado reflexiva. Pero si lo que impone esa asunción es un aparto regulador de heterosexualidad y la asunción se reitera a través de la producción forzada del “sexo”, se trata pues de una asunción del sexo obligada desde el principio. Y si existe una libertad de acción esta no debe buscarse en las posibilidades que ofrecen la apropiación obligada de la ley reguladora, la materialización de esa ley, la apropiación impuesta y la identificación con tales demandas normativas”. (Butler). De este modo, sostenemos que la heterosexualidad normativa es, por tanto, parcialmente responsable de los cuerpos sexuados, al decir de Fausto-Sterling, dado que su potencial identificatorio está regulado por las normas sociales construidas bajo toda una red discursiva que se apoya sobre los imperativos heterosexuales.

Delinear una ética implica la puesta en juego del concepto de "autonomía". La "autonomía" no puede pensarse nunca como completa o absoluta- y por eso necesita pensarse como "proyecto de autonomía", o de construcción de un horizonte de deseo que propicie el desarrollo de esa capacidad comunalmente. Recordemos que esta autonomía es atribuida a un sujeto1 que es siempre social y que construye esos valores siempre con otras que reconoce en tanto singulares pero jamás por fuera de ese entramado grupal. Intervenir en nombre de la transformación, entonces, significa precisamente irrumpir en lo que se ha convertido en conocimiento fijo y realidad cognoscible para usar lo que nuestra razón y nuestros sentidos y hasta nuestras intuiciones nos dicen acerca de lo que es esa realidad. En el debate por el poder de decisión y elección de aquellos cuerpos generizados la pregunta por qué se entiende por autonomía emerge por si sola. Aquí nos cabe también la pregunta en relación a nuestro tema sobre los alcances de este “proyecto”: ¿Autonomía: un estado de individuación a priori de las relaciones de dependencia del mundo de los otros? ¿O por el contrario, una heteronomía que permite establecer lazos (de afinidad, afectividad, parentesco, mutualidad, camaradería) que no se basen en el matrimonio ni en la familia como rector de la sexualidad y los vínculos? Luchar por la autonomía significaría desde ésta última definición el luchar para trascender los límites naturalizados de la comunidad y la familia que rigen el deber ser de nuestra sexualidad, y permita redefinir así los lazos de amistad y de cariño, de mutualidad y de apoyo.

La ética del deseo libertario no considera el deseo como algo en estado puro, pre- discursivo, y previo a la asignación de género. Por el contrario, el deseo, ya sea el que se lleva adelante o el que no, es desde esta perspectiva, una construcción social a cuestionar. La ética amatoria del deseo, entonces, no sería un constructo estático, rígido, ni tampoco la creación de una ética que se limite simplemente a una reivindicación discursiva o de prácticas más inclusivas, sino que necesita construir a su vez un nuevo cuerpo sobre el cual asentarse, multitudes que consistan en individualidades que hagan praxis de esa ética y la desacralicen con inmoralidad.

No puede haber ética posible sobre las bases de una moral imperial que recorta al cuerpo como mero engranaje de una realidad social para producir y reproducirla. Cualquier praxis sexual que se pretenda como “contra-hegemónica” necesitará crear -y no simplemente recrear- (es decir, destruir) la relación entre el uso y el lugar político del cuerpo en el marco de las nuevas sexualidades y sus prácticas. “Crear” una ética amatoria anarquista cargada como un arma implica entonces admitir que su praxis no puede ni tiene por qué regirse según los cánones morales que no son construcción de quien se encuentra condenada a reproducirlos, ni que la dictadura de la biología tenga potestad para obligarnos a reducir el uso sexual de nuestro cuerpo como entidad meramente reproductiva de la especie y de un orden social dominante y concomitante.


1. “Los individuos llegan a ocupar el lugar de sujeto … y adquieren inteligibilidad solo tanto están, por así decir, previamente establecidos en el lenguaje…Ningún individuo deviene sujeto sin antes padecer sujeción o experimentar “subjetivación” (otra traducción del francés assujetissement)…Aunque se trata de un poder que es ejercido sobre el sujeto, el sometimiento es al mismo tiempo un poder asumido por el sujeto, y esa asunción constituye el instrumento de su devenir.” (Butler, Judith)

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Ética Amatoria del Deseo Libertario y las Afectaciones Libres y Alegres


Una Ética porque se opone a la moral. Ética es, siguiendo a Spinoza y a Deleuze, la disciplina de lo bueno para mi cuerpo, es decir aquello que estimula e incrementa mis pasiones alegres y mis potencias, aquello que compone mis relacion en más cuerpos y en más afinidades y alegrías.

Amatoria porque es menester deconstruir al Amo(R), al amo, al despota, AmoR y al AmoR Romántico, almibarado, y al enamoramiento. Amor, un slogan sin sentido, un significante vacío de las tarjetas de Hallmark, un peluche barato y feo un 14 de Febrero. Sin embargo, una ética amatoria está hablando del sexo, y de la construcción del uso de los placeres que se desprenden a partir de nuestros sentimientos más profundos de cariño.

Deseo, la estrella que nos guía y nos impulsa hacia adelante en el mar de los sargazos, la que sigue toda pirata cuando se lanza a la mar. Navegar, una tarea que no puede hacerse sola. Máquina deseante y fuerza creadora de nuevos deseos hoy insondables e impensados que emergeran en el medio del óceano a partir de un nuevo uso de los placeres. Una ética amatoria del deseo habla de construir nuevos placeres para que nuevos deseos surjan.

Libertario porque seguimos creemos en la anarquía pese a los anarquistas. Porque algunas de sus tradiciones siguen estimulando nuestra entrepierna: Emile Armand, Emma Goldman, Bakunin... Una ética amatoria del deseo libertario aboga por la abolición de la propiedad privada sobre aquello que más deseamos y queremos, como ser nuestras compañeras sexo-afectivas, para nuevas y más compañeras aparezcan a nuestro encuentro. Un mundo nuevo habita en nuestros corazones como posibilidades.

Afectaciones libres y alegres, alegres y libres. Un nuevo lenguaje que de cuenta de lo que nuestros cuerpos sienten. Cuerpos no individuales, cuerpos no individuos, ni personas ni siquiera gente. Cuerpos como máquinas, como tecnovivas conectadas. Afectaciones que no padezcan, aunque el dolor está presente como en toda elongación y en todo estiramiento, como parte del vivir, y al servicio del placer (BDSM). Alegría que rima con anarquía y cuya A es de amistad (una amistad inclusiva, claro está).


Advertencias: Una ética amatoria del deseo libertario es un medio para adquirir una posición en la guerra en curso, guerra contra la heteronorma, contra la propiedad privada, contra el cualquierismo que entiende la libertad como “todos hacemos lo que se nos canta el culo y el resto nos aguanta”, contra el capitalismo, contra la tirania del Yo el inviduo y demás coartadas de la biopolítica y los pornopoderes. Una ética amatoria del deseo libertario es una manera de armar la manada, de encontrar la soledad sin quedarse sola. Una ética amatoria del deseo libertario es un llamamiento, está destinado a quienes pueden oirlo. Au-Au.

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Pequeñas intuiciones para una ecología libertaria de las afectaciones



Decirle que si al sexo no es decirle que no al poder.

Michel Foucault



I


Como ludditas sexuales orgullosas creemos que los juegos de placer y deseo y la capacidad de afectación son fuerzas fundamentales, actividades con el potencial de fortalecer los vínculos, mejorar nuestras vidas, abrir la consciencia del espíritu, incluso cambiar el mundo.

Como ludditas creemos que cada juego de placer consentido tiene el potencial puede ser una fuerza positiva y creativa en nuestras vidas y nuestros ecosistemas. Una afirmación.

Pensamos como los filántropos acerca de su dinero: tenemos mucha voluntad de poder (capacidad de afectación) y queremos compartirla, porque nos hace felices compartir el cuerpo, hace que el mundo sea un lugar más excitante.


II

Somos aventureras y nos preguntamos ¿Acaso tener menos sexo y con menos cuerpos es más virtuoso que tener mucho con muchas? Nuestra ética no se mide por el número de personas con las que hemos cogido, sino por el respeto y el cuidado con la que las hemos tratado y nos hemos dejado tratar. Nos juzgamos a nosotras mismas por nuestros intentos (muchos fallidos) de vivir hoy de una manera más ética, menos esencial, y más libre. Vivir hoy como nos gustaría fuera el mañana.


III

La economía que mueve al mundo nos hace creer que no hay suficiente para todas. Nos hace creer que si algo es muy bueno –como el sexo con alguien- debo conservarlo solo para mí porque luego no habrá más. Que si comparto lo que tengo, me resto algo en mi economía individual.

Nosotras sabemos poco de economía, pero tenemos intuiciones. Suponemos que más juegos de placer pueden brindar más deseo, suponemos que más juegos de placer pueden brindar más conexiones, más cobertura emocional, más amistades. “Puede” viene a significar “tiene el potencial de”. Hay que ponerlo en acto.

Nosotras las ludditas sexuales creemos en una economía que sea holística y ecológica, una ecología sexual colectivista, del compartir los cuerpos y los sentidos, como deseo positivo y opuesto a esta economía imperante de la hambruna de la monogamia y del miedo.

Nuestra economía se mueve por afinidades…El mundo y la vida en él tiene el potencial para que podamos construir múltiples compañías, compañeras, y acompañantes. Un bosque de fluidos palpitantes porque tenemos como post-humanas la capacidad para que haya suficiente sexo, afinidad, apoyo mutuo, contención y nutrientes alrededor de nuestro suelo fértil que devengan relaciones afectivas relevantes.

Las relaciones afectivas y las sexuales no son balances de contabilidad: no hay debe, no hay haber, no se pasan bienes de una columna a la otra. Es solo recordar lo que sí obtenemos en la ecología de la botánica afectiva que entablamos con esos cuerpos con quienes nos estrechamos. Recordemos lo conmovedor del encuentro afectivo entre los seres y tratemos de afectarnos con alguien más.


IV

Vivimos en una civilización que aún hoy considera aceptable un crimen por pasión (es decir asesinar a alguien por celos, especialmente cuerpos biopoliticamente asignados como mujeres), que acepta como causal de divorcio que alguien haya obtenido placer sexual fuera de un vínculo de pareja con una moral propiamente de la Inquisición. Castigamos con duras penas a quien se le haya ocurrido delinquir despertando la más mínima inseguridad o celos dentro nuestro. Abandonamos hogares, rompemos fotos, tiramos alianzas. Y esto no es algo que le pasa al pequeño-burgués solamente.

Por otra parte, por AmoR prometemos mentiras, mentimos situaciones, tergiversamos hechos, vivimos en el engaño, falseamos datos. Por AmoR y por miedo a la soledad, y al abandono y al castigo vivimos presas. El AmoR es un Amo.





V

Pero la monogamia no es la cura ni para los celos ni para la inseguridad. ¿Quién no sintió celos de que alguien amado juegue mucho en la computadora, vea una película a solas, o hable mucho por teléfono?

La territorialidad sexual es otra norma social a la cual le oponemos la alegría del compartir y regalarnos, puro potlatch. Pero un potlatch no en pos de la destrucción de la otra parte. Sino en post de la destrucción del viejo mundo para construir nuevas formas de vida, nuevas educaciones sentimentales.

Nuestros celos se combaten con la misma ferocidad que combatimos al Estado y todos sus aparatos represivos como el género, la familia, la escuela, las instituciones psiquiátricas, la heternormatividad, la pareja, la monogamia, las cárceles, y la policía.


VI

Las razones para tener sexo con muchas personas, hasta incluso tratar de llevar adelante muchas relaciones afectivas simultáneas son varias:

  • Hay distintos tonos y matices de intimidad.

  • Hay prácticas de placer que placen a algunos pero no a otros cuerpos.

  • Hay necesidades físicas que no todos los cuerpos pueden o desean llevar adelante.

  • Hay deseos sin intentos amatorios o amorosos constantes.

  • Hay deseos con diferentes géneros que no pueden ser subsumidos a la especificidad de un solo cuerpo.

  • Hay deseos en grupos.

  • Et cetera.


Por eso, ¿no es acaso no solo imposible sino también cruel demandarle a un cuerpo que cumpla entonces con todo esto? Frente a esos múltiples placeres creemos en nuestro derecho a encontrar múltiples partenaires con quien entablar vínculos éticos libertarios. Otro mundo es posible hic et nunc.


VII

Reclamamos también nuestro deseo a ser solas y volver a ser amicae, amigas para la afectación, amigas para el cariño, amigas para los placeres, y para la conexión íntima y profunda del cuerpo. Y tener el potencial de ser muchas otras cosas, compañeras de lucha, de camino, de andanzas, de aventuras, de carrete…

Ser sola no es ser soltera, ni una condición temporal entre parejas, no es un período de sanación frente a una ruptura traumática.

Ser sola es una manera de vivir, una forma de vida, una construcción sexo-afectiva para no tratar de encajar mejor en la vida de nadie. Significa aprender a vivir con una misma, y disfrutarlo. Significa nuevas formas de vida comunales y en manada.

Nuestra relación y nuestra amistad con nosotras mismas es para toda la vida, hasta que decidamos que nuestro tiempo llegó o hasta que ese tiempo llegué efectivamente. Ser sola y afectarse no es excluyente, sino la oportunidad de construirnos íntimamente y de trabajar por nuestro propio cambio.

Vivimos en una civilización que segrega, margina y señala a quien elige la aventura de la soledad, de la asociación libre por afinidad, de la espontaneidad, de la camaradería amorosa. Creemos que si ser sola no fuera un estigma, la pareja no se desarrollaría como la “opción ideal”, infinitamente sobrevalorada, tabla de salvación frente a la angustia, al descontento, y las neurosis del este mundo.

Ser sola podría permitir, aunque parezca paradójico, el desarrollo de ecologías impensables hoy, inclasificables, múltiples formas de cariño, cuidados, y vinculaciones que hoy no podemos ni imaginar…

Ser solas es devenir lobos, es moverse en manada, ser cazadoras, jauría, disfrutar de la noche y de la mañana, es poder desear y afectarse incluso con quienes son distintas a nosotras, con la libertad de poder disfrutarlas, evitando el gran mito de la completitud.

Ser sola es poder generar usos de placeres reflexivos, excitantes y éticos con las amistades sin que se vuelvan vínculos posesivos donde se promete y se promete y se promete para no perder al ser amado. Es vivir, fundamentalmente vivir, en el abismo del riesgo. Es enriquecernos con conocimientos ajenos. Es una línea de fuga vitalista.


VIII

Las solas debemos recordar, y debemos recordarle a quienes nos dan su cariño o disfrutan de los placeres con nosotras que:

Deseamos ser escuchadas y atendidas y respetadas y asistidas en nuestros sentimientos. No somos ciudadanas de segunda del afecto frente a “los grandes amores”. Los grandes amores deben ser derrocados.

Deseamos poder pedir lo que necesitamos aunque la persona a la quien le pidamos no pueda (que no es lo mismo que no quiera) dárnoslo.

Deseamos ser honradas en nuestros acuerdos y nuestros planes.

Deseamos que se nos cuide si estamos enfermas o sino podemos hacerlo solas, que se nos quiera, que se nos atienda si tenemos una emergencia, como las amigas se atienden las unas a las otras.

Deseamos ser incluidas y tenidas en cuenta en cualquier ecología donde nuestras amantes se encuentren. No somos un secretito sucio.

Deseamos no ser consideradas un problema.

Deseamos ser apreciadas y ser amigablemente bienvenidas.

Deseamos no ser consideradas invulnerables u omnipotentes.

Deseamos ser iguales en nuestra ecología y en nuestro bienestar emocional a los demás cuerpos.

Deseamos la abolución de la pareja en post de la construcción colectiva de afinidad y afectación.

Y la verdad es que todas todos todos los cuerpos con las que decidimos involucrarnos sexual y afectivamente nos merecemos esto.


IX

Deseamos que nuestras amantes tomen juntas el desayuno, que sean amigas, que se conviertan en amantes. Ese es nuestro ideal y como todo ideal, creemos que es materialmente realizable aquí y ahora.

Nuestras amantes tienen mucho en común, ¿por qué no pueden compartirse, y compartirlo? Ser amantes mutuas fortalece las posibilidades de crecer y desarrollarnos en manadas. De abandonar el binomio macho/hembra, la parejita, la monogamia que constriñe los sueños y los deseos, y animarse a la aventura de a muchas. Las redes afectivas se expanden y en algo recuerdan a nuevas formas tribales de afectación y apoyo mutuo.

Si nos tratamos entre amantes como amigas, y permitimos que nuestros afectos y nuestras amantes, nuestras afines y nuestros apoyos en la vida tomen la forma que la espontaneidad les dicte en vez de aquellas normas sociales que forzamos en ellas, nuestros vínculos se acrecentarán. Seremos más prosperas afectivamente. Y menos temerosas de la soledad.

No debería resultarnos raro que entre afines nos gusten los mismos cuerpos o por lo menos no nos resulten amenazantes, o espeluznantes. Si acaso este fuera el caso, y la amante de mi amante me resultara un ser insoportable por razones de peso es momento de replantearse esa afinidad. Y variar.


X

La recompensa por la abolición de celos, envidias e inseguridades contra nuestras amigas-amantes y sus amigas-amantes será nuestra propia libertad sexual. Libertad sexual que encontrará su propia gimnasia y agilidad con quienes deseemos correr mucho tiempo juntas. Esos cuerpos a los que deseamos hoy tan cerca nuestro como el primer día, con ésas estableceremos redefiniciones, resignificaciones y resemantizaciones mutantes a lo largo de nuestro tiempo de vida (Aetatis brevis tempus satis longum ad bene vivendum est).

No nacemos grandes amantes libertarias, nos convertimos, devenimos. Y desaprender los celos, y las inseguridades resulta, como todo entrenamiento, una tarea dura que demanda disciplina, como toda gimnástica, una tecnología del Yo.


XI

Ni los celos ni las inseguridades son crímenes, o secretos a esconder como ropa sucia. No hay por que negar que los tenemos del mismo modo que no hay por que negar que se nos ha biopoliticamente asignado a un sexo/género. Pero todo –menos la muerte- se puede des-hacer. La experiencia del dolor romántico que deviene libertad sexual y afinidad afectiva no es del orden moral: nadie puede acusarnos de “esto está bien” o “esto está mal”. Más aun, aquella que sienta dolor (devenir/modificarse/mutar duele) que se trate indulgentemente. Las varas y los azotes son para las prácticas consensuadas de los juegos sexuales llamados S/M, no para la gimnasia del devenir amantes libertarias.



XII

Sin embargo, quien tenga el compromiso de modificarse en cuanto a lo sentimental debe mirar de frente a los dioses, osar. ¿Qué imagen es la que nos asusta más? Poder verla en toda su dimensión para alejar al fantasma. ¿Tiene un nombre? ¿Se llama soledad? ¿Belleza? ¿Juventud?

Poder invocar la imagen que concita el odio pasional, traerla y amigarse con ella –hasta, quién sabe, podríamos masturbarnos pensando en esa imagen- es nuestro deseo.




XIII

Aprendamos a disculpar, no cristianamente, sino libertariamente, nuestros desaciertos para volver a empezar. Al fin de cuentas somos solo principiantes en el mar de los sargazos.

Quizás la única manera de poder construir nuestra propia homeostasis sea cruzar los límites, desestabilizarnos. Con pequeños pasos, el dolor de la mutación puede ser mínimo: ninguna bailarina elonga en frío, ninguna elonga lo mismo al comienzo de una práctica que al estar ya más avezada en su ejercicio.

No estamos diciendo reformismo, sino cuidados mutuos, afectividades, y afinidades. La aspiración no es la reforma, no es poder alcanzar “yo no pregunto, vos no me contás”, sino poder llegar a la colectivización de nuestro propio cuerpo. Al comunismo del placer y del deseo. Nuevas formas de vida


XIV

Un ejercicio: dejar de pensar psiconaliticamente: lo que no está, lo que me falta, lo que se fue a otra parte. Oponerle a ese pesimismo un deseo activo, un optimismo de la voluntad: lo que si está, lo que si viene, la energía que me envuelve. Las afirmaciones. El vitalismo.


XV

Es esforzado. Lo sabemos. Pero la monogamia lo es más y brinda mucho menos. Nuestra aspiración: emanciparse del concepto propietario sobre otros cuerpos, y eso incluye no solo animales y ecosistemas, sino la biología de los vínculos de placer y por afinidad. Devenir capaces de enfrentar nuestros temores, y desaprender lo aprendido, capaces de administrar nuestras emociones en una ecología vital de disfrute y proliferación. Difundamos el mensaje, y repitámonoslo cuando el pánico nos quiera capturar: Devenimos capaces, devenimos potentes. Podemos re-programar nuestros deseos para atentar contra el estado de las cosas contra las cosas del Estado.


XVI

El afecto es algo que también experimentamos en situaciones donde no hay otro ser humano. ¿Quién no sintió que se le cortaba el aire y tenía palpitaciones frente a la belleza del mar despejado de turistas en una playa desierta? ¿O en la cima de una montaña desde donde vemos un bosque y a la cual nos ha costado ascender? ¿O frente a un plato de comida que nosotras mismas cocinamos y nos salió bien? ¿Frente a palabras escritas y que juzgamos acertadas en un poema, una carta o un ensayo?¿O ante la insurrección popular? ¿Acaso no sentimos grandes pasiones ante gestos de cariño de extrañas y extraños? Alguien que nos indica y nos ayuda a llegar a un sitio en una ciudad que no conocemos. Alguien que nos hace compañía compartiendo su libro en un viaje. Alguien que parte su comida o comparte lo que tiene. Y en estos momentos de profunda intimidad y afectación no existe desesperación, ni deseo basado en la ausencia, ni compañía que sea un remedio contra la soledad. Porque ni la soledad y el miedo que concita son buenas compañías a la hora de elegir acompañantes.




XVII

¿Y si fallamos? Fallamos. Nada pasa. Volveremos a intentar. Nuestras derrotas no nos demuestran equivocadas. Y el dolor por el fracaso amatorio duele, y cala hondo, su herida no cicatriza pronto. Pero cicatriza, y del dolor de un desenlace afectivo que no deseábamos puede resurgir una nueva amistad. No se puede perder lo que no se desea.




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La barbarie comienza en casa.



Anarco-queer en contra de la familia como (otra) institución de la Modernidad.




Tus viejos te cagaron

Fue sin querer, pero así fue.

Te llenaron de sus propias fallas

Y agregaron algunas extras, solo para vos.


A ellos también los cagaron en su momento

Tontos con sombreros y abrigos pasados de moda

La mitad del tiempo era sentimentaloides-severos

La otra mitad se degollaban el uno a la otra.


El Hombre llena de miseria al Hombre.

Se profundiza como geografía costera.

Andate de ahí tan pronto como puedas

Y no tengas nunca hijxs.


Philip Larkin. Sea este el verso




Toda niÑio sensible sabrá entender


Determinados por nuestras familias –la célula base de la sociedad, según se nos repite una y otra vez en la escuela- lxs niñxs en nuestra civilización son nacidxs, son críadxs y son desarrolladxs, en una atmósfera de desaprobación de la vida.

Muchxs, entre ellxs los profesionales del inconsciente, suscriben a la idea de que casi todo el daño psíquico se le hace a una niño en los primeros 5 años de vida. Pero podríamos decir que el daño es previo, comienza incluso antes de nacer, antes del adoctrinamiento en rosa y celeste, antes de las muñecas, antes de los autitos para jugar, antes de la educación sexista y heternormativa sexante de nuestras corporalidades inclasificables, antes del bisturí en la episiotomía de mamá o en el genital intersex, antes del abandonó de persona en la noche de la nursery, o de los tactos obstétricos ultrajantes de la parturienta. Comienzan con la rigidez física de nuestras madres.

A su vez, la familia, célula base de la sociedad – no nos cansaremos de repetirlo, porque en ello fuimos repetidas una y otra vez- cuya etimología deriva del latín “conjunto de esclavos y esclavas” (famulus, sirviente, esclavo, de acuerdo al Diccionario Etimológico de Corominas) da por sentado que una niño debe ser enseñado para comportarse de tal manera que haga la vida de lxs adultxs progenitorxs de la familia, y de lxs adultxs en general, lo más tranquila posible: modales, obediencia y docilidad. Pero también, un tejido de mentiras y prohibiciones, cual batitas y escarpines, forzadas a encajar en una sociedad que hasta los titulares de Clarín saben enferma, aniquilada: “No hagas ruido, no te masturbes, no mientas , no robes…Se les enseña a decirle que si a todo lo que es negativo de la vida. Respetar a los mayores, la religión, al director de la escuela, respetar la ley de los padres. No cuestiones, obedecé.” (Neill: 102)

Familia deviene así no sólo el conjunto de esclavos sino también la mirada moral omnisciente y ominipresente sobre nuestras vidas que lo reduce todo al binomio víctima y victimario donde quienes no podemos reconocer nuestras propias formas de abuso tal como las tipifica el Código Penal, y solo poseemos como testimonio intuiciones y pruebas de otras dimensiones no podemos probar nada, y seremos ad aeternitatem (sobrevivientes) sospechosas de culpabilidad. Porque la letra con sangre entra, no sabíamos qué hacer, soy tu padre, a los mayores hay que respetarlos, eras una nena muy rebelde, un chirlo no hace mal, sos muy chica para tener novio, es tu responsabilidad tener buenas notas… y así seguimos con la lista de aquello que no tiene límites éticos y donde al final del campo de concentración, presas del poder familiar para ser el fusible de toda la frustración clasemediera alguien dirá -si es que alguien lo dice-: “hicimos lo (mejor) que pudimos”. Pudieron poco.

Por eso, escribimos para todas aquellas individualidades cuyas familias intentaron y hasta a veces lograron hacerlas minusválidas en algún aspecto, intentaron y a veces lograron anularlas con su amor, o imposibilitarlas con su odio y frustraciones, para todas aquellas cuyos padres trataron alguna vez de puta, calenturientas, ardidas, putos maricones, cuyas madres compitieron con ellas y desvalorizaron, a todas aquellas que se vieron sometidas al cruel método de disciplinamiento y subjetivización que tiene el Estado Moderno (cualquier Estado: izquierda o derecha) llamado familia, para todas aquellas que sus progenitorxs cuidaron tanto, tanto que no proveyeron de herramientas con las cuales gestionarse una sexualidad placentera, singular y consensuada que les permita resistir los avasallamientos. Y también escribimos y nos organizamos para todas aquellas que no necesitamos el Código Penal y sus tipificaciones para reconocer(nos) y saber que tan sólo una bofetada fue suficiente, pero que de todas maneras fueron más, mucho más que una: insultos, menoscavo, menosprecio y mentiras, malas caras, neurastenia, golpes de nuevo, sometimiento, callarse la boca, silencio que papá mira la tele, silencio que papá mira la carrera, silencio que papá mira el partido, silencio que papá escucha el noticiero. Y la sonrisa del hermano incestuoso y reprimido y la madre, muy ocupada con su carrera, y con que todo parezca “más o menos bien”, que nadie note nuestra verdadera extracción de clase, borrando pruebas, haciendo oídos sordos.

Escribimos para todas las víctimas sobrevivientes de la familia - Estado impuesto a costa de la decisión propia resignada diariamente, para posibilitar pensar y expresar desde una mirada anarquista nuestra vida como hijas y contrarrestar su interpelación. Escribimos porque tenemos que empezar a hablar por fuera del relato familiar, por fuera del exilio familiar y por fuera de lo que La Ley nos permite decir.








El futuro llegó, hace rato



De los niños revoltosos

Que no quieren crecer

Hay que encargarse

De las niñas revoltosas

Que no se apaciguan

Hay que encargarse

Un golpe en la cabeza

obtenés si no pedís

Un golpe en la cabeza

Obtenés si pedís

Un golpe en la cabeza

justo obtenés

por ser cómo sos

un golpe en la cabeza

por las cosas que decís

y las cosas que hacés

por ser quién sos


Morrisey



El anarquismo siempre tuvo entre sus temas el análisis y modificación de los vínculos entre seres humanos. El amigo barbado Bakunin en un texto poco conocido llamado “La sociedad y los niños”, afirma que no somos propiedad de nadie, ni siquiera de pequeñas: ni de nuestros padres ni de la sociedad. Las niños sólo pertenecen a su propia libertad futura. Libertad, de todas formas, en potencia, que aún aguarda la conciencia plena y su realización” basada en “el sentimiento de la propia dignidad y en un auténtico respeto por la libertad y la dignidad de los otros”. Sin embargo, Bakunin en ese mismo texto no radicaliza mucho más allá la cuestión al respecto de cómo serán criados estas niños, o de si es deseable que no sean criadas por padre y madre.

En cambio, podemos citar La Questione Sociale, publicación ácrata de finales del siglo XIX, en cuyo número segundo, un autor anónimo afirmó: “Queriendo el hombre propietario transmitir a sus descendientes el fruto de sus rapiñas y habiendo sido la mujer hasta hoy juzgada como inferior, y más como una propiedad que como un asociado, es evidente que el hombre ha sugestionado a su familia para asegurar la supremacía sobre la mujer; y para poder, a su muerte, transmitir sus bienes a sus descendientes; así, ha sido necesario declarar la familia indisoluble. Basada sobre el interés, y no sobre el amor, es evidente que necesitaba una fuerza y una sanción para impedir que se disgregara bajo los choques ocasionados por el antagonismo de intereses.”

Asimismo, la gran anarco-feminista Emma Goldman supo ver -e involucrarse- en el análisis de “la producción” de seres dentro de aquello que se conoce con el nombre de conjunto de esclavos, como ya vimos, la familia: “La mujer no quiere seguir siendo la productora de una raza de seres humanos enfermos, débiles, decrépitos y miserables, que no tienen ni la fuerza ni el valor moral de sacudirse el yugo de su pobreza y de su esclavitud.” Finalmente, también el anarco-sindicalista italiano Malatesta que llegó hasta estas regiones sudamericanas tuvo algo que agregar al respecto: “Algunos dicen que el remedio se hallaría en la abolición radical de la familia; la abolición de la pareja sexual más o menos estable, reduciendo el amor al solo acto físico o, mejor dicho, transformándolo, con el añadido de la unión sexual, en un sentimiento semejante a la amistad, un sentimiento que reconozca la multiplicación, la variedad, la simultaneidad de los afectos. ¿Y los hijos...? Hijos de todos.”

Más del lado de este siglo, los filósofos insurrecto-franceses,anarco-comunistas, conocidos como los 12 de Tarnac, Tiqqun afirman en el 2ªcírculo de La Insurrección que viene, en su lúcido análisis afirman: “Se dice que regresa la familia, que vuelve la pareja. Pero la familia que regresa no es la que se fue. Su regreso no es más que una profundización de la separación reinante, que sirve para engañar, volviéndose ella misma el engaño. Cada uno puede testimoniar las dosis de tristeza que condensan cada año las fiestas familiares, sus trabajosas sonrisas, los apuros de ver disimular en vano a todo el mundo, ese sentimiento de que hay un cadáver ahí, sobre la mesa, y que todo el mundo hace como si no pasara nada. De la aventura al divorcio, del concubinato a la reconciliación, cada cual se resiente de la inanidad del triste núcleo familiar, pero la mayoría parece estimar que sería más triste aún renunciar. La familia no es tanto la asfixia de la influencia maternal o el patriarcado de las trompadas sino este abandono infantil a una cómoda dependencia, en la que todo es conocido, este momento de indiferencia frente a un mundo en el que nadie puede negar que se derrumba, un mundo en el que “volverse autónomo” es un eufemismo que significa “haber encontrado un patrón” La pareja es como el último escalón de la gran catástrofe social. Es el oasis en medio del desierto humano. Se viene a buscar en ella bajo los auspicios de lo “íntimo” todo lo que ha desertado tan evidentemente de las relaciones sociales contemporáneas: el calor, la sencillez, la verdad, una vida sin teatro ni espectador.” Adherimos a esta lína de pensamiento donde “la descomposición de todas las formas sociales es una oportunidad...la condición ideal para una experimentación masiva, salvaje, de nuevos arreglos, de novedosas fidelidades... En la muerte de la pareja, vemos nacer inquietantes formas de afectividad colectiva... Lo que hay de incondicional en los lazos de parentesco, contamos con hacerlo la armadura de una solidaridad política tan impenetrable a la injerencia estatal como un campamento de gitanos...”

Pero más allá o más acá de las abundantes citas de autoridad al respecto, no todo esto está bien en el mundo de las familias alternativas. Lleno de buenas intenciones, de nuevas familias, de nuevos modelos, hasta los suplementos GLTB de los diarios progresistas hablan de las madres lesbianas y de la capacidad de los gays para la crianza, o podemos ver a las así llamadas familias anarquistas (¿Podemos acaso las anarquistas tener familias? ¿No convendría tener afinidades y manadas como todo parentesco?), mayormente casos de embarazos adolescentes no interrumpidos. Que se nos entienda. No queremos más familia -que no es lo mismo que decir no queremos nacer más-. Queremos construir manadas y comunidades, queremos dejar de ser como en el verso de Alejandra Pizarnik rehén en perpetua posesión, víctimas fatales de las instituciones. Ni mejoras, ni reformas.





Sortilegios



Mi problema es fundamentalmente la definición de los sistemas implícitos dentro de los cuales estamos presos: lo que me gustaría comprender es el sistema de límites y exclusión que practicamos sin saberlo, me gustaría hacer patente el inconsciente cultural

Foucault


Siguiendo a Foucault, la niño de la que se nos habla y se nos invita a liberar del abuso invisible de esa familia/humanidad que la deviene problemático, y sólo así, como problema a resolver o desvalido a proteger, nos lo hace inteligir, es ya en sí el efecto de un sometimiento mucho más profundo puesto que la sujeción es el principio de regulación conforme al cual se formula o produce un sujeto (subiectum, subject, en inglés súbdito, tema, no persona, la tercera, persona de la cuál se habla pero jamás enuncia frente a la primera, sub iaceo, en latín, arrojar debajo). Devenir persona, devenir sujeto, sujeto formado en sujeción, sujeta, profundo control interior que se ha denominado interpelación: el proceso por el cual nos convertimos en elemento societario comprensible y asimilable.

En este orden de cosas, nos han acostumbrado a confundir el poder con su despliegue. El poder sólo como algo que ejerce presión sobre nosotrxs, sujetos a priori y naturalmente constituidos, desde fuera, algo que subordina, coloca por debajo y relega a un orden inferior, del cual hay que emanciparnos/liberarnos. Sin embargo, el poder nos forma y proporciona las condiciones de nuestra existencia, y la trayectoria de nuestro deseo (de allí que el inconsciente tampoco sea un espacio absoluto de resistencia). Tal como escribiría Rossi, periodista de La Comuna Socialista a finales del siglo XIX y que logró asentar el proyecto anarquista comunal en Brasil llamado Colonia Cecilia “Cambiemos los ritos y los nombres cuanto queramos,… pero mientras tengamos un varón, una mujer, unos hijxs, una casa, tendremos una familia, es decir una pequeña sociedad autoritaria, celosa de sus prerrogativas…” (Baigorria, 2006: 77-ss).

Por eso, y nunca más claro en las relaciones de parentesco llamadas familiares, el poder nos preserva como los seres que somos, siempre y cuando seamos los seres que debemos, ya sea buenos, ya sea malas. No obstante, no por eso deja de ser menos impuesto, de allí que acabamos internalizando (aceptando acalladamente/inconscientemente) sus condiciones, que procuran, por otra parte nuestra existencia y nuestra inteligibilidad social. Puesto que el sometimiento (al poder) consiste en esa dependencia fundamental ante un discurso que no hemos elegido pero que paradójicamente nos permite ser, es que podemos analizar otras formas de avasallamiento infantil, en las cuales el avasallamiento sexual explícito (con acceso carnal, por ejemplo) es el cenit (o el efecto) de algo anterior que lo posibilita, de algo que mayormente ocurre, como todxs sabemos, dentro las familias. Nos referimos a un abuso previo, inmanente e indisociable, en nuestra posición, de la estructura de parentesco que sobreviene con la Modernidad (la familia), más refinado, un dispositivo disciplinar y coercitivo, que opera represivamente y simbólicamente, que reemplaza a y puede llegar a habilitar (y producir) posteriormente el set o conjunto tipificable de conductas sexuales “aberrantes” sobre una menor cercano, en pos de, paradójicamente, “cuidar” (controlar, administrar, deberíamos decir) a esa niño, su sexualidad y las sexualidades (o avasallamientos, dependiendo del caso) que sobre ellxs recaen.

Este abuso podría ser definido como el abuso del vínculo apasionado sobre un ser que necesita como condición sine qua non para no cesar de existir los cuidados psíquicos, físicos y espirituales de las personas que la tienen a su cargo. Asimismo, los regímenes de aniquilamiento naturalizados que penden sobre las cabezas de quienes tuvimos que sobrellevar la experiencia de ser hijas hacen tuétano hueso adentro hasta el punto tal de ya no poder verlo en la normalidad familiar; se convierte en el abuso de la pasión que nos une a nuestras progenitores, vínculo amoroso que nos liga indisolublemente, por lo menos tempranamente, con quienes no solo nos dieron la vida sino que nos la restituyen diariamente como crías humanas vulnerables que somos, necesitadas de cuidados diarios. De hecho, según la filósofa feminista Judith Butler: “La idea de que el sujeto está apasionadamente apegado a su propia subordinación ha sido invocada cínicamente por quienes intentan desacreditar las reivindicaciones de los subordinados…si se puede demostrar que el sujeto persigue o sustenta su estatuto subordinado entonces la responsabilidad ultima de su subordinación quizás resida en él mismo. Por encima y en contra de esta visión, yo argumentaría que el apego al sometimiento es producto de los manejos del poder y que el funcionamiento del poder se transparenta parcialmente en este efecto psíquico, el cual constituye una de sus producciones mas insidiosas.” (2001: 17) Así es que familia viene a querer decir vigilancia permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellxs un poder - y que, porque ejerce ese poder, tiene la posibilidad no solo de vigilar sino también de constituir un saber sobre aquellxs a quienes vigila: nadie sabe más de vos que mamá y papá. Es éste un saber que se caracteriza por tratar de verificar si un individuo se conduce o no como debe.

Sin embargo, ¿cómo el poder produce a sus sujetos, cómo éstos acogen al poder que los inaugura en una inteligibilidad? El deseo de supervivencia, en nuestro caso de las niños que fuimos y somos, el deseo de ser, de spinozianamente perseverar en nuestro ser y no cesar de existir, es ampliamente explotable por el poder al nivel de la estructura psíquica de la interpelación: para existir hay que ser sujeto (es decir estar subordinada). La subordinación no solo forma al sujeto sino que además le proporciona su condición de posibilidad. Para poder persistir psíquica y socialmente, debe haber dependencia y formación de vínculos. De allí que no existe posibilidad de no amar por parte de los niñas cuando el amor está estrechamente ligado a las necesidades básicas de la vida. Las niños carecen, dentro de la institución llamada familia, la capacidad de odiar, por lo menos no en su totalidad. Privadas de nuestra capacidad de defenestrar, cual síndrome de Estocolmo, solo podemos identificarnos y ver como deseable la manera en la que se nos interpela. Por eso, coincidimos con Butler cuando afirmamos que el problema no es tanto que “…el adulto imponga de manera unilateral cierta sexualidad, ni de que el niño fantasee de manera unilateral con cierta sexualidad” sino éste “explota el amor del niño, un amor que es necesario para su existencia, y se abusa de su vinculación apasionada.” (op.cit.: 18). El poder no solo actúa para dominar u oprimir a los sujetos ya existentes sino también para formar sujetos. Así el abuso del vínculo apasionado en relaciones de parentesco llamadas familiares forma ciertos tipos de sujetos, con ciertas prácticas y conductas, deseosos de reproducirlas ni bien tengan la oportunidad sobre sus propias crías. Dar cuenta del deseo de la norma, y el deseo del sometimiento, es en última instancia el deseo de existencia social, explotado por el poder regulador de lxs progenitorxs aniquilantes, conducta naturalizada en todas sus prácticas –incluso intangibles- y vistas como “amor”: “Cuando las categorías sociales garantizan una existencia social reconocible y perdurable, la aceptación de esas categorías, aun si operan al servicio del sometimiento, suelen ser preferible a la ausencia total de existencia social” (op. cit: 31). En la medida en que funcionan como fenómenos psíquicos, restringiendo y produciendo el deseo, las normas rigen también la formación del sujeto y circunscriben el ámbito de la sociabilidad vivible. El funcionamiento psíquico de la norma ofrece al poder regulador un camino más insidioso que la coerción (o abuso) explícita, cuyo éxito permite su funcionamiento tácito dentro de lo social. Por eso, repetimos, el abuso del vínculo apasionado que se entabla en el entramado familiar con las crías humanas, inmanente, según nuestra opinión, a tal forma de estructurar el parentesco, es casi imperceptible incluso hasta para quien la padece, solo perceptible en el daño, y los efectos (las marcas) con las que se cargan -susceptibles, por cierto, de ser desandadas, o de re/de-construir una nueva subjetividad- dentro de ese ideal regulador que no sólo determina qué formas de amor son posibles y cuáles otras no, sino que además determina qué formas de odio no son posibles y aceptables socialmente: el tabú de ya no amar más a la propia familia o de abandonarla.

Más aun, suponer que el estado inconsciente, el deseo de la norma encarnado en nuestras prácticas cuando tenemos nuestras propias familias (por ejemplo, una familia de anarquistas) es una quimera, puesto que sabemos que las instituciones no se conmueven simplemente por la voluntad individual, ni que el deseo es puro, y propio, por fuera de la norma. De allí la necesidad de prácticas resistentes y opositivas en manada no sólo para entender cómo son mantenidos específicos estados de dominación sino para destruirles con la misma pasión que fuimos abusadas, primer intento familiar de aniquilar nuestras potencias y posibles formas de vida.


La delgada línea roja


Y la boca que el insulto deforma

Y los ojos

Que la locura desfonda

Y el espanto

Que oscurece el cuarto

Estremecido por los latidos de mi corazón

Cuando distingo en la penumbra

La línea que divide

La vida de la muerte


María Julia de Ruschi Noche Oscura


La reforma introducida al código Penal Argentino en 1994 orienta la preocupación del Estado por las libertades individuales, entre ellas, la sexual. Por su parte el paso de Delitos contra la Honestidad (1) a delitos contra la integridad sexual es revelador de la sexualidad como bien jurídicamente protegido, es decir la libertad personal, entendida en su realización específica como el derecho de todo individuo a ejercer libremente su sexualidad o no verse involucrado sin su consentimiento en una relación sexual (Buompadre, 2000). El ilícito contra un menor se produce porque éste carece, de acuerdo a la Ley, la capacidad para decidir con responsabilidad en el ámbito sexual, es decir es un abuso de la capacidad todavía no desarrollada. Como inferencia de lo anteriormente dicho, un atentado sexual comporta “un golpe contra la dignidad humana lesionando en sentido general el sublime derecho a la libertad, y de manera precisa, a la libertad sexual.” (Rodríguez & Galetta: 12). Sin embargo, nada contempla la Ley con respecto a una vida que fue formada –subjetivada- para inhabilitar una gestión eficiente en el terreno de lo sexual.

El abuso sexual, tipificado en el artículo 119 de la ley 25.087, condena con prisión de 6 a 4 años a quien “abusare sexualmente de una persona menor de 13 años, o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción.” ¿Qué entiende la letra del poder por “abusar sexualmente”? Nada más y nada menos que una serie de prácticas sexuales, voyeuristicamente nomencladas, que tienen en su centro a la penetración del varón con su miembro en los orificios anal y vaginal, respectivamente, porque para que una conducta sea sancionada penalmente, requiere como condición ineludible su tipicidad. La pena asciende de 4 hasta 10 años cuando el abuso por su duración hubiera configurado un sometimiento sexual gravemente ultrajante (y “resultare en grave daño en la salud física o mental de la víctima”); de 6 a 15 años si hubiera acceso carnal por cualquier vía. Todas estas penas se agravan de 8 a 20 si el hecho fuera cometido por “ascendiente, descendiente, afín en línea recta, hermano, tutor, curador, ministro de algún culto, cargado de la educación o de la guarda.” Asimismo, el abuso “conlleva un ataque o agresión sexual violenta del agente contra la voluntad consciente de la víctima” (op. cit.: 16).

El término “violencia” es definido por Rodríguez & Galetta como un despliegue de energía física, animal mecánica, o de otra índole, llevada a cabo por el agente o un partícipe que recae sobre la persona de la víctima o se dirige directamente a ella, con el propósito de lograr el contacto sexual (nuevamente, confundiendo al poder con su despliegue). La vis absoluta será la violencia que logra quebrar la voluntad del sujeto como consecuencia de la arremetida. La amenaza es una vis compulsiva, destinada a amedrentar psicológicamente al sujeto pasivo y compelerlo a claudicar a los deseos del autor. El “abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad o de poder” se funda en el aprovechamiento de una situación de superioridad en la que se encuentra el sujeto activo y se compadece con la condición de inferioridad del sujeto pasivo debiendo este último al primero obediencia funcional o laboral. Una buena parte de la doctrina exige la existencia de contacto corporal directo, es decir la producción de actos físicos sobre la víctima (lo cual llegaría a excluir por ejemplo, como sugiere otra parte de la doctrina, el obligar a alguien a desnudarse … ¿acaso aquí nadie recuerda su infancia?2). Nuevamente, según Rodríguez y Galetta, en la configuración del delito es materia opinable si se requiere o no contacto corporal directo entre el agresor y la víctima, del mismo modo que todavía es materia opinable y queda librado a la interpretación del juez qué es el acceso carnal, cuán ocurre, cuándo es ultrajante. Del mismo modo, la ley, erigida y creada a partir de la heteronormatividad obligatoria como toda sexualidad posible, cuyo centro es el pene y su epítome la penetración, solidificando, una vez más, determinísticamente “por naturaleza” a aquellas individualidades biopoliticamente asignadas varón como penetradores y abusadores instintivos, y omite contemplar, por lo menos de manera claramente definible, al abuso, inhabilitante, del ejercicio de la sexualidad infantil avasallada aunque aprecia el aprovechamiento de la especial situación de vulnerabilidad en que se encuentra la víctima (especial situación que, a nuestro entender, se comprueba en todos los casos de la infancia dentro de la familia). Más aun, a través del párrafo 2° del artículo 119 de dicha ley, que sanciona con pena de reclusión o prisión de cuatro a diez años cuando “el abuso por su duración o circunstancia de su realización, hubiere configurado un sometimiento sexual gravemente ultrajante para la víctim), se define, de acuerdo a la doctrina, “sometimiento”, cuando “se coloca a un individuo, por medio de la fuerza o de la violencia, bajo la autoridad o el dominio de otro”, o hasta incluso “cuando media la ausencia de voluntad de la víctima, la cual es reemplazada por la del autor”(ibídem: 28).

Estamos tratando de demostrar, con todo esto, que si pudieramos, en un juego imaginario, reconfiguramos la noción de “sexual”, todas estas máximas aplicarían a la situación de grave riesgo en el cual se encuentra la niño dentro de la familia. Sin embargo, la ley no puede, puesto que esa no es su función, apreciar las formas de abuso de los modos de subjetivación y de producción de ciertas sexualidades (y conductas no explícitamente definibles como sexuales de acuerdo a la heternormatividad) de las niños dentro del seno familiar, como así tampoco los sutiles mecanismos disciplinares y dispositivos de control que operan, avasallando la individualidad de la niño, en el interior de la familia y de la estructura psíquica de la cría humana en proceso de subjetivación. Su nomeclantura no pretende llegar a cubrir todas esas formas de abuso imperceptibles, y no tanto, porque la Ley misma, interiorizada a su vez por los padres, las produce y las conforma, aliadas a un statu quo de la Modernidad a perpetrar. Es decir, el abuso del vínculo apasionado entre la cría humana y sus progenitores, inmanente e indisociable, en diferentes grados de acecho y perpetración, de la familia, tiene como coartada la necesidad fundamental e indiscutible de protección, cobijo y amparo de esa criatura para mucho más que sus funciones fisiológicas. Bajo esa petición de principios sobre la que se estructura la estructura de parentesco familiar (contingente tal como la historia lo demuestra, por cierto, y susceptible de ser modificada y reemplazada por otras formas) como modo de proteger al pequeño individuo humano de una violencia y una amenaza exterior a esa estructura la familia, por un lado, produce y reproduce el martirio del cual, supuestamente, tal su mentira, intenta proteger(nos); y por otro lado, pretende construir(nos) (subjetivarnos) como inhabilitantes (minusválidas) para repeler los embates del avasallamiento, no sólo que podría eventualmente acaecer sobre nuestros cuerpos desde el exterior, sino que necesariamente se produce en el interior de la estructura familiar, con toda una serie de dispositivos que no analizaremos aquí, pero que por sólo mencionar uno podríamos empezar por “la culpa”. Sin embargo, y como cualquier mente mínimamente pensante podría constatar en su relato autobiográfico, este abuso que, como ya dijimos, produce y habilita la condición de posibilidad de los otros tipificados, no es (no podría de todos modos serlo) tipificable de acuerdo al aparato jurídico Estatal, y se torna tan sólo y trágicamente perceptible a través de sus efectos, naturalizados y considerados, desgraciadamente, en la mayoría de los casos y por muchas personas, deseables, una vez mas deseando el deseo del Estado.

Así las cosas, y pese a la Ley, la estadística arroja de acuerdo a las denuncias que una violación se produce en Argentina cada 48hs (más del 60%, de acuerdo a las crifras oficiales, dentro de la estructura familiar), para indignación de las señoras que creen que la violencia “espontánea” en términos sexuales es lo peor que puede acontecernos porque la mancha permanecerá indeleblemente en nuestra piel, marcando un camino único –el de la normalidad o la anormalidad- en la gestión de los placeres, no se indigna ante las magnificas redes de violencia y subjetivización de la familia. Las mismas voces que se alzan para condenar y pedir desde castración química, linchamientos públicos, penas de muerte a abusadores, jamás se detendrá a pensar sus propias formas de abuso de su público cautivo. Me refiero a quienes tuvimos que padecer la desgracia de ser hijas, violencia de género, inmanente a la estructura de parentesco llamada familia, que, como ya vimos, nos produce por y para un régimen de control y disciplina actual a deshacer. Como afirma Laura Contrera: “El avasallamiento de las sexualidades infantiles se produce antes de que efectivamente haya acaecido el hecho esperado. La mirada moral y temerosa de la sociedad bienpensante ha engendrado y seguirá engendrando eso mismo que teme para sus tiernos frutos. La vigilancia –parental y estatal- impide por su propia definición la producción de una autogestión responsable del propio cuerpo infantil –acorde a su camino evolutivo, claro. El peligro difuso de la sexualidad autoriza todo tipo de controles y toma contornos definidos: el miedo delinea cuerpos que desconocen sus posibilidades de resistencia, como ha sucedido tradicionalmente con las mujeres y la violación. Seguir pensando –y produciendo- la infancia como una víctima ineluctable de las voracidades adultas no ha salvado a nadie. La infancia es sometida cotidianamente, de distintas maneras –aquí es donde intervienen esos espacios de superposición entre género, sexo, clase y etnia- y es en este mismo sometimiento donde se producen las subjetividades infantiles: cuerpos inermes, expuestos a todo mal, niñxs que no conocen sus potencialidades ni disponen de esos cuerpos.” (www.pidoperdonzine.blogspot.com). La precariedad afectiva, la falta de contención lisa y llana, el psicopateo permanente, la minusvalización de nuestras potencias hasta en la vida adulta por parte padres y madres en todos sus grados y medidas y en todas sus formas, el aniquilamiento de la normalidad de la familia moderna nuclear (o alternativa, da igual) ya no nos conmueve: “Necesitamos la crónica de algún crimen sexual especialmente cruento para despabilarnos. Y comenzar otra vez la eterna letanía dirigida al Estado de derecho, ese donde el interés del niño siempre es rey sin corona.” (Op. Cit.)

Sin embargo, hay abuso, aunque no sea reconocido (inteligible) en la tipificación del Código Penal, porque se fuerza una relación de dominación y de dependencia hasta el límite mismo de lo constitutivamente tolerable. Porque el abuso, como ya repetimos hasta el agotamiento, no debe ser, metalepticamente, confundido con el despliegue de sus fuerzas, delitos nomenclados en la lista reactiva del aparato judicial. El crimen es previo: es el abuso del vínculo apasionado y amatorio, inmanente, abuso y pasión, a la estructura de parentesco llamada familia. Esta metalepsis se produce cuando el sujeto producido por el poder es proclamado sujeto que funda el poder. No obstante, el proceso de asumir el poder puede conllevar una modificación tal que el poder asumido o apropiado acabe actuando en contra del poder que hizo posible esa asunción. Es claro que para que pueda actuar, el poder necesita un sujeto que lo actúe, pero ese sujeto no es el origen del poder. Es fundamental, por ende, socavar su causa mucho más que su efecto. Este razonamiento permite cesar de considerar a quienes abusan como monstruos sui generis, para comenzar a verlos como productos de estructuras institucionales internalizadas, contingentes que es necesario modificar. Y por sobre todo nos permite ver el abuso primario que nos constituyó en esa subjetivación primera, en esa violencia originaria, a la cual todavía ciegas, se nos introdujo en la pesadilla llamada sociedad, para poder emerger luminosamente a la alegría de la existencia, para poder hacer de lo siniestro, maravilla.




Remedio para melancólicos



La destrucción progresiva o espontánea de la familia monogámica prepara el terreno al triunfo de nuestro ideal

Giovanni Rossi


No se trata de temer o de esperar, sino de buscar nuevas armas

Gilles Deleuze


La producción capitalista infantiliza, subordina nuestras facultades vitales a un guión que obliga – y hace desear- un tipo de vida completamente sometido, y en la misma avanzada, nos expropia nuestra capacidad de formular interrogantes y cuestionamientos en el espacio esclavizado de nuestra existencia en pos de la felicidad, que reemplaza a la alegría. El filósofo francés Gilles Deleuze en un sencillo texto que intenta dar un pasito más allá de la magnífica tesis de Foucault sobre las sociedades disciplinarias afirma: “La familia es un “interior” en crisis como todos los interiores, escolares, profesionales, etc.…Reformar la escuela, reformar la industria, el hospital, el ejército, la prisión: todo el mundo sabe que estas instituciones están terminadas, más o menos a corto plazo. Solo se trata de administrar su agonía y de ocupar a la gente hasta la instalación de nuevas fuerzas…Son las sociedades de control las que están reemplazando a las sociedades disciplinarias.” (Ferrer, 1991: 18) Todas aquellas que soy, todas aquellas que hubiera podido ser, son puestas a obedecer, y a mentir por la familia, y su unidad. El Yo traiciona hasta en lo que recuerda, por ese “amor” (¿?), como anulación de todos los derechos, incluso el derecho a odiar. Estos son los nuevos mecanismos de control que rivalizan y concomitan con los más duros encierros y/o las más obscenas sexualidades impuestas.

Por el contrario, postulamos, precisamente para irrumpir en lo que se ha convertido en conocimiento fijo y realidad cognoscible con nuestra propia realidad, una demanda ética primordial que ningún lazo afectivo podrá abusar jamás: la vulnerabilidad, también inmanente al cuerpo humano y a la vinculación afectiva/amatoria con otras y otros. El conjunto de esclavos se desune en torno a una heteronomía que permite establecer amistad, afinidad y afectividad que no se base en el matrimonio, o la pareja, como rector de la sexualidad y los vínculos. Trascender, así, los límites naturalizados de la familia, que rigen el deber ser de nuestra sexualidad, y de nuestra existencia, que será reemplazada (no superadoramente en síntesis, sino apasionadamente destruida) por una ética no individual (y, al mismo tiempo, respetuosa de la individualidad y sus potencias), una ética anarquista nueva del hacer contra la dominación. Ya no hijas de Layo, devenir grito de Antígona y cesar de ser mitos. Sin melancolía, dejar atrás agudamente el concepto Familia, verdadero relación sadomasoquista, auténtico bondage shibari que sí podemos desanudar para construir nuevos lazos de parentesco: exilio familiar hacia la alegría.


Bibliografía


Baigorria, Osvaldo (comp.). 2006. El Amor Libre, Eros y Anarquía. Utopia Libertaria. Buenos Aires.

Butler, Judith. 2002. Deshacer el género. Paidós. Barcelona.

------------ . 2001. Mecanismos Psíquicos del Poder. Cátedra. Madrid.

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Deleuze, Gilles & Guattari, Félix. 1995. El Antiedipo. Paidós. Barcelona.

Deleuze, Gilles. 1991. Posdata sobre las sociedades de control, en Ferrer, Christian (Comp.) El lenguaje literario. Nordan. Montevideo.

Foucault, Michel. 2003. La verdad y las formas jurídicas. Gedisa. Barcelona.

Neill, A. A. 1951. Summerhill, a radical approach to child rearing. Hart Publishing Company. New York.

Rodríguez, A. y Galetta B. 2005. Delitos contra la integridad sexual. Editorial Juris. Rosario.



1 Los delitos sexuales figuraban en el Código Penal, hasta 1999, bajo la forma de delitos “contra la honestidad”, bien jurídico protegido en general, y estaban organizados en capítulos como los tipos penales que parecían además proteger otros bienes.9 En esta línea, se ha definido la “honestidad” en nuestra cultura y nuestro sistema como una exigencia de corrección y respeto impuesta por las buenas costumbres en las relaciones sexuales. La ley 25087/99 reemplaza el título “Delitos contra la honestidad”, atendiendo a la fuerte carga ideológica del mismo, por el de “Delitos contra la integridad sexual”. Este reemplazo intenta superar los prejuicios de género10 y las valoraciones morales subyacentes a la noción de “honestidad”, que: (1) condena todo ejercicio de la sexualidad que se desvíe de la norma y (2) deriva en la “culpabilización” de las víctimas. Así, el bien jurídico protegido ha variado su enunciado, de la criticada noción de “honestidad” a la vigente noción de “integridad sexual”. Sin embargo, esta noción no aparece claramente definida en la ley, lo que dificulta establecer efectivamente cuándo dicha integridad se vería comprometida. Si bien la noción de “honestidad” ha perdido estatus jurídico, sigue operando con vigor en virtud de los imaginarios que condicionan las emociones, las prácticas, y los pensamientos del conjunto social. Recíprocamente, la noción de “integridad sexual” ha ganado estatus jurídico, universalizándose, pero no ha sido internalizada por el conjunto social. En pocas palabras, conviven un universal que hace al “uso y la costumbre” con un universal que responde al ordenamiento jurídico.


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Shiny boots of leather

Si no puedo bailar , tu revolución no me interesa.

frase atribuida a Emma Goldman


Pero más allá del sesgo claramente libertario heredero de la praxis anarquista, como movimiento histórico de acción y reflexión que la ética del deseo libertario sustenta, es fundamental recordar que el anarquismo desarrolló también toda una suerte de pensamientos sobre la sexualidad emancipada y la libertad amatoria. Grandes pensadoras como Emma Goldman, a principio del siglo se refieren de manera implícita a la sexualidad libre de las mujeres y al amor en libertad, donde el amor no puede sino ser libre, y muere al ser instituido dentro del vínculo matrimonial. Ciertamente Goldman se refería a los vínculos heterosexuales en una época donde era virtualmente imposible que una mujer, o incluso un varón, evadieran su responsabilidad cívica y social de contraer nupcias e ingresar, de ese modo, al sistema de producción y reproducción del capitalismo al cual la anarco-feminista se oponía. Esos vínculos de camaradería amorosa en libertad eran relaciones abiertas opuestas a la monogamia, institución contingente nacida con el capitalismo. Por su parte, el anarco individualista Emile Armand sostenía que el amor también puede consistir en querer, por encima de todo, la dicha de quien se ama, mientras que la monogamia, la pareja o la familia no era apta para desarrollar la concepción anarquista de la vida. Todo el planteamiento teórico del amor libre y la camaradería amorosa sostenida por ambos anarquistas desde diferentes latitudes y temporalidades no era sino un intento de dividir aquello que había sido ideológicamente unido (reproducción y sexualidad) y cuestionar la familia como Estado pequeño hasta cuando los progenitores son anarquistas. Tal como escribiría Rossi, periodista de La Comuna Socialista a finales del siglo XIX fundador del proyecto anarquista comunal de amor libre en Brasil llamado Colonia Cecilia: “Cambiemos los ritos y los nombres cuanto queramos, … pero mientras tengamos un varón, una mujer, unos hijxs, una casa, tendremos una familia, es decir una pequeña sociedad autoritaria, celosa de sus prerrogativas…”.

De allí que las maneras de interaccionar de lxs afines sexuales bajo las prácticas S/M (sado-maso) desde esta perspectiva ética no sólo se asumen desde un deseo cuyo carácter reconoce lo dinámico y lo variable de las relaciones de poder y sus efectos productivos y proliferantes de nuevos modos de ser, y que al mismo tiempo se inventa otro cuerpo; un cuerpo que se permite encontrar disfrute allí donde el Otro nos dice que solo hay dolor, y pone el dolor al servicio del placer. De hecho, ¿no es acaso a partir de un gran dolor (físico, emocional, -¿dónde empieza uno y termina el otro?-) que nos preguntamos acerca de la relación con el mundo que le rodea. Al mismo tiempo, se vuelven incomprensibles las críticas a este elemento satírico del S/M que incluye al dolor en la relación social/sexual, dado que esas críticas al S/M apuntan a destacar sólo su dimensión transgresora en cuanto a teatralización de las relaciones sociales de poder en un contexto sexualizado donde tienen otro significado y se convierten en juego, subvirtiéndolas.

No obstante, en todas nuestras relaciones existen juegos de poder, más o menos erotizados, sólo que el S/M hace foco en esta dimensión erótica del poder y las relaciones humanas y al mismo tiempo las cuestiona cuando al intercambiar los roles de dominante y dominado se pone en primer término su artificiosidad, su convencionalismo.

De hecho, según el esquema conceptual de Gayle Rubin en The Traffic in Women la sexualidad normativa consolida el género normativo, donde por ejemplo una es mujer en la medida en que funciona como mujer en la estructura heterosexual dominante. Poner en tela de juicio esa estructura mediante una corporalidad biopoliticamente asignada mujer que funciona de otra forma, de una forma desviada, puede implicar perder algo de nuestro sentido de lugar en el género. Ciertas prácticas sexuales vinculan más profundamente a las personas que la afiliación de género, de hecho identificarse con determinado género presupone desear a alguien de un género diferente, y solo desearlo de cierta forma. El deseo está, entonces, hasta cierto punto implicado en las normas sociales, ligado al poder, y a la cuestión de lo vivible. A pesar de que tener cierto género no implica de manera natural desear de cierta forma, hay un deseo que es constitutivo del género, por ende no es fácil separar la vida del género ni la vida del deseo, y de allí la necesidad política de pensar otro deseo y otras expresiones de género porque la noción de que puede haber una “verdad” del sexo, como la denomina irónicamente Foucault, se crea justamente a través de prácticas reguladoras que producen identidades coherentes a través e la matriz de reglas coherentes de género que previamente dictaron a punta de bisturí cómo debía ser nuestro cuerpo.

El problema no es descubrir en sí la verdad del sexo, sino más bien usar de allí en más su sexualidad para arribar a multiplicidad de relaciones. De hecho, nuestra cultura entroniza la idea de la existencia de Una Verdad, que existe como una Unidad, y se extiende por propiedad transitiva a toda la producción cultural y humana, sólo bajo el argumento de que esta es la manera en la que es La Realidad. Por ende, si hay una sola verdad que nos ubica en una posición de privilegio, esa verdad debe ser propiedad de “alguien”, lo que vuelve su representación social algo del orden de la propiedad privada. Esa idea se traduce en la creencia de que existe un cuerpo “verdadero”, una mujer “verdadera”, una sexualidad “verdadera”, considerada lícita y válida et cetera. Así las cosas, no sólo se presupone una relación causal entre sexo, género y deseo sino que además también señala metonímicamente que el deseo refleja o expresa al género y que el género refleja al deseo: “La heterosexualización del deseo exige e instaura la producción de oposiciones discretas y asimétricas entre “femenino “y “masculino” entendidos estos conceptos como atributos que designan “hombre” y “mujer”” (Butler)

Por otra parte, el sexo, siguiendo a Beatriz Preciado, puede ser concebido como una tecnología de dominación heterosocial que reduce el cuerpo a zonas erógenas en función de una distribución asimétrica del poder de los géneros y sus expresiones y disciplinas. El sistema heterosexual como orden político, en palabras de Wittig, divide y fragmenta el cuerpo, identificando zonas como centros naturales de la diferencia sexual: el cuerpo se ve recortado por la cultura (y por su régimen biopolítico de género). En ese sentido, un buen ejemplo de lo que venimos desarrollando se observa claramente a partir de los roles y las prácticas que se atribuyen a los géneros masculinos como conjunto arbitrario de regulaciones inscriptas en los cuerpos, y que aseguran la explotación material de un sexo sobre otro privilegiando el pene (cierto tipo de pene, con ciertas medidas para ciertas prácticas y no para otras) como lugar central en el intercambio sexual, y restando desde ya, creatividad, y como no, placer, a un refugio de nuestra libertad, siendo que podríamos adjudicar un potencial negativo y desconstructivo a cierto deslizamiento perverso sobre el discurso heterosexual y reproductivo, cierta capacidad de resistencia desde la cita descontextualizada e improductiva a una sexualidad “otra” que desenmascara a la sexualidad disciplinar como producto de una ideología heterocentrada. Para oponerse a este orden y como modo de hacer más vivibles las vidas de aquellas personas que por expresión de género, o práctica sexual, o manifestación corporal (y respetando sus especificidades), no es cuestión de celebrar la diversidad sino de establecer condiciones materiales y subjetivas que permitan albergar y resguardar y mantener las vidas que resisten los modelos de asimilación. La autodeterminación y el propio deseo, se vuelve plausible solo en el contexto que apoye y permita el ejercicio de esa agencia. A esto le llamamos: manada.

Apuntamos a la constitución de una ética del deseo libertario, que podría idealmente (materialmente) ser aplicada sobre cualquier vínculo de afinidad o a cualquier manera de compartir el cuerpo, como cuestionadora de aquellas que representan los modos culturalmente asociados a la idea de amor, y que parten de las prácticas S/M clásicas, incluso en la forma de las llamadas relaciones switch, en las que la parte sumisa le cede por una cantidad de tiempo (que no es fija y es negociable), el poder a la parte dominante para disponer de su deseo y de su cuerpo. La parte sumisa cede este poder a sabiendas de que la parte dominante no hará un uso abusivo del mismo, por lo menos desde esta modalidad contractual.

Este pacto fundante de una ética no representa una renuncia al poder, sino que nos interpela en relación a quién ostenta ese poder, cuando es la parte dominante la que habilita al deseo de la parte sumisa. De alguna manera, la parte dominante es el instrumento de la realización del deseo de la parte sumisa, desdibujando así los límites entre quién domina y quién es sometido, volviéndolas así libertarias. La ética del deseo planteada puede constituirse como propuesta del pensamiento libertario, pero el fundamento de esta ética va más allá de delinear obligaciones o líneas de responsabilidad entre afines-amantes, es decir, busca, asimismo, sostenerse en un poder creativo y afirmativo que involucra como condición sin la cual no lazos de solidaridad expresados en hechos, el apoyo mutuo para superar y trascender los límites establecidos por la pareja heternormativa: una voluntad de poder, de poder construir en lo material, en el quehacer diario, de poder ceder (perder-se).

Más aun, dado que la sexualidad que emerge en el seno de la matriz de las relaciones de poder y no es una mera copia de la ley misma, ni una repetición uniforme de una economía de identidad de masculinidad dominante, las producciones que se alejan de sus objetivos originales y dan lugar a posibilidades de cuerpos que no solo sobrepasan las fronteras de la inteligibilidad cultural sino que en realidad amplían los confines de lo que es culturalmente inteligible tienen el potencial para producir un uso de los placeres liberados de las construcciones heterosexuales, mas allá del “sexo” que sigue definiendo la sexualidad. Las normas heterosexuales de género producen ideales inaccesibles, abyectos.

Más aun, podemos decir que la heterosexualidad opera mediante la producción regulada de versiones hiperbólicas del “varón” y la “mujer”; representaciones que nadie elige pero tenemos que negociar, estamos obligadas a negociar porque son de carácter obligatorio para la constitución de un sujeto para existir en esta sociedad. Sin embargo, se trata de normas asediadas por su constante ineficacia, de allí que se repitan angustiosamente en actos performativos convencionales para incrementar su jurisdicción. La producción misma del género debe ser entendida como parte de la producción de lo seres humanos conforme a las reglas que reproducirían la familia heterosexual normativa puesto que la reproducción generizada de personas depende de la regulación social de la familia y su injerencia fundamental en la reproducción de personas (heterosexuales) aptas para incorporarse a la familia en tanto forma social: producción y reproducción de la vida inmediata y reproducción material y simbólica -ejército de reserva y esclavos-. Así, género y sexualidad pasan a formar parte de la vida material, y aquella vieja división del marxismo clásico se prueba no sólo errónea sino también inútil para la modificación y destrucción del sistema. De hecho, la regulación de la sexualidad está estrechamente vinculada al modo de producción en la economía: el género se pone al servicio de la reproducción y es parte de la vida material debido al modo en el que el género normativo funciona en pos de la reproducción de la familia normativa.

Reproducir personas y reproducir la sociedad, sumado a la regulación social de la sexualidad forman parte del mismo proceso de producción, es decir de la concepción materialista de la economía política. Más aun, la opresión material y reconocimiento cultural van ligados porque la definición misma de lo humano y de lo que unas personas están rigurosamente constreñidas por las normas culturales que son indisociables de los efectos materiales que producen sobre las vidas: por ejemplo, la distribución sexual y generizada de los derechos legales y económicos. El modo específico de producción e intercambio sexual difuminan la diferencia entre lo cultural y lo económico, y funcionan con el fin de mantener la estabilidad del sistema de género, la heterosexualidad del deseo y la naturalización y necesidad de la familia como modo insustituible de relación no solo como parte fundante del modo de producción sino también como modo privilegiado de reproducción de personas de acuerdo con los modelos sociales útiles para el capital. En la medida que los sexos naturalizados funcionen para asegurar la pareja hetero como la estructura sagrada de la sexualidad se perpetúa el parentesco, los títulos legales, económicos y las prácticas que delimitan quien será una persona socialmente reconocida. De hecho, siendo que lo económico es parte del intercambio que asumen ciertas formas culturales, debemos reconocer que todo intercambio produce y es producido por relaciones sociales.

Puesto que el modelo obligatorio e imperante del intercambio sexual reproduce una sexualidad constreñida por la reproducción y la noción naturalizada del sexo en el cual la reproducción tiene una función primordial, insistir en que las formas sociales de la sexualidad pueden exceder y desbaratar los ordenamientos hetero del parentesco y la reproducción, equivale a sostener que lo que califica a alguien como persona y ser sexual puede ser radicalmente modificado. La familia no es algo dado naturalmente y constituye un orden social específico de las funciones de parentesco es históricamente contingente y susceptible de ser modificada. Ahora bien, si el género estructura la economía política y el trabajo reproductivo: las producciones sexuales genéricas y las expresiones de género contrasexuales constituyen una amenaza para el funcionamiento adecuado de la economía política desde esta perspectiva. Dado que lo económico y lo reproductivo están ligados necesariamente a la reproducción de una heterosexualidad solidaria con el imperio, ¿podemos a su vez, con el funcionamiento de esta ley y este orden, generar un movimiento que pueda criticar y transformar los modos en la que la sexualidad es regulada socialmente?

Creemos en dar prioridad a la práctica de deseo y placer como un modo de trascender el género pero no sin marcar la diferencia de sexo masculino y femenino, sino parodiándola activamente desde una ética ad hoc para que la crítica de la jerarquía del género se incorpore a una teoría radical del sexo y una crítica a la opresión sexual. Partir de nuestras bioasignaciones para desbaratarlas. Sabemos, además, que si bien la voluntad no tiene el papel principal en esta de-construcción, hay que reconocerle el lugar que ocupa como fuerza de empuje de la creación humana. La relación crítica depende de la capacidad invariablemente colectiva de articular resistencias y disidencias, una versión minoritaria de normas o ideales que nos permitan actuar, dado que las condiciones de mi hacer son en parte las condiciones de mi existencia. No podremos huir solas. Si mi hacer depende de lo que se hace en mi, las maneras en las que soy hecha por las normas entonces la posibilidad de mi persistencia como un “Yo” depende de mi capacidad de hacer algo con lo que hacen conmigo para devenir manada. Y no olvidemos que la subversión es un tipo de repercusión que se resiste a los cálculos positivos de las revoluciones a las cuales se nos suele acostumbrar.

Como dice aquella vieja reflexión de M. Bakunin: “Entiendo la libertad como algo que lejos de ser un límite para la libertad del otro, encuentra, por el contrario, en esa libertad del otro, su confirmación y su extensión al infinito.”

Para nosotras, la alegría de la anarquía significa ser capaces de lograr una interiorización de la ética.





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N-amistad


Noviazgo: amistad viciada de posesión”

Esta frase parte de que un noviazgo empezaría con una relacion amistosa, pero deja entrever que quizás el noviazgo esté totalmente en contra de la amistad, que quizá sea su interrupción y el estancamiento de las conexiones múltiples del amiguismo. La monogamia, como las fuerzas reactivas, separa la potencia del deseo de lo que podría lograr, divide en su interior la voluntad, instaura una separación binaria para unirse en un eterno extrañamiento de identidades fijas y sordas a los gritos de un deseo hyperconexo. Suspender la busqueda de afines por una elección definitiva de pareja es la cobardía desesperada que más tarde nos aleja de amigos, y es fascismo excluyente de un amor que no puede salir de un juego de dos egos.

Mientras el noviazgo elige amar esto “o” esto, la amistad puede permitirse desear esto “y” esto. El primero divide y resta, mientras el otro suma y multiplica. Uno exclusivo, el otro inclusivo. De unx amigx podemos entender eso que no vamos a cambiar por nuestro capricho. Ofrecer y recibir amistad es un acto político, se comprometen nuestros valores y también nacen valores de estas relaciones. Los celos con unx amigx son una reterritorialización monogámica, propietaria. ¿Cómo no va a alegrarnos nuestrx afín encontrando más cuerpos con los que difluir sus placeres? ¿Cómo no vamos a disfrutar viendo como tiene sexo con quien le guste? ¿Cómo nos podríamos afectar con un nuevo aliado que no sea inclusivo? El conocer los gustos del/la amigx nos conecta con el placer de vouyeur de gozar viendo nuestrx camarada encontrando su gusto. Me gusta que le guste, y compartimos para ser siempre más que dos, incluso cuando supuestamente seamos dos alvergamos poblaciones vivientes de bichos no tan humanos, y no tan duales. Un noviazgo es un genocidio del deseo múltiple bajo un molde limitadísimo de performatividad.

Debemos arremeter contra esta burda caricatura llamada AmoR y su lenguaje de muerte tan en boca de todxs y solo podremos hacerlo densificando los lazos de amistosidad inclusiva: desde procurar nuestra supervivencia en conjunto, hasta nuestras ganas de satisfacer diversas prácticas sexuales (no podemos esperar que una sola persona cumpla con nuestras espectativas).

Una manada de amigxs puede extenderse destruyendo familias y empresas, haciéndose opaca al control en comunas que tiendan a autoabastecerse para dejar de trabajar, para volver al juego constante, a la presencia y al peligro de la guerra civil.

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Addenda


Manifiesto

PornoTerrorista

Luddita Sexual


La propiedad privada es robo.

Proudhon


La poesía debería estar al alcance de todxs.

Conde Lautremont


Bacanal de falsificaciones en el reino de lo artificial.

Fangoria


Pero tu sabes, todavía hay muros contra este comunismo. Hay muros en nosotrxs, que amenazan sin cesar. No hemos dejado este mundo. Aun hay envidia, estupidez, el deseo de ser alguien, de ser reconocidx, la necesidad de valer algo y, peor aun, la necesidad de autoridad. Son las ruinas que el viejo mundo ha dejado en nosotrxs y que todavía no hemos abandonado.


El desierto no puede extenderse más pero aun puede profundizarse.

Tiqqun






Existe una guerra allí afuera. Una guerra contra esta sociedad y contra esta civilización que se derrumba. Es una guerra bien curiosa. Solemos confundir al enemigo, equivocar sus santos y sus señas, pensar que nos enfrenta. En esta guerra bien curiosa también solemos confundir a las aliados, puesto que, muchas veces, es una guerra contra lo que en nuestros cuerpos habita, contra nosotras mismas. Otras veces es una guerra que primero debe hacer que el enemigo/problema tome forma para poder atacarlo.


Bajo este nuevo orden incierto, un personaje conceptual, una ficción de la modernidad, como todas nosotras, ha creado un concepto de suma utilidad. Un concepto como tantos otros. Conceptos son cosas tales como Máquina de guerra, Luddismo (Sexual), Aparato de Captura, Situacionismo, Surrealismo, Personaje Conceptual, Anarquismo, Asignación biopolítica, Sociedad de Control Farmacopornográfico.


Los conceptos suelen encerrar praxis vitales, formas de vida, estados de excepción, alianzas y estrategias factibles, llamamientos para encontrarnos en el medio de la niebla, modos de acción directa, atentados contra el orden como lo conocemos. Los conceptos no nacen solos pero, como las crías humanas, tampoco pertenecen a quienes las alumbran, sino al devenir de las ideas, a las ecologías que las han parido, a los gestos que transmiten, y sobre cualquier cuerpo que desee usarlos para conspirar contra lo establecido. Los conceptos son ontologicamente libres. La tierra y los conceptos “pertenecen” a quienes la habitan y la trabajan. Si es que algo son, es ser un modo de acción. “Los conceptos no son generalidades que se encuentran en el espíritu de la época. Al contrario, son singularidades que reaccionan frente a los flujos ordinarios de pensamiento (…) Un concepto es algo que posee una fuerza crítica, política y de libertad.” (Deleuze) Singularidad no es individualidad. Somos tecnovivos conectadas. La individualidad responde a los intereses del Imperio.


Se trata de un nueva máquina de guerra, poderosa y potente: arma eficiente que cuenta con manifiesta potencia de destrucción y creación propia de las bestias mitológicas. Es el fruto desviado, el vástago inconfeso, del cruce de una noche de juerga entre el accionismo vienés y la postpornografía. Este concepto como tal no tiene dueña, porque una potencia de esta magnitud debe poder ser invocada por cualquier cuerpo que se disponga a pelear contra el Imperio en términos de magia y sexo. Debe poder ser usado por todxs. “Si el intercambio es el criterio de la generalidad, el robo y la donación son los de la repetición. Existe por tanto una diferencia económica entre ambos” (Deleuze), esto significa la diferencia entre quien se va a la guerra y quien quiere vivir del arte.


Este concepto, decimos, tiene un nombre azaroso y pegadizo. Tiene un nombre que como todos los nombres no debe confundirnos: detrás de él no hay una identidad. Más aun, postulamos que toda identidad es una performance, una copia sin original, puesto que una identidad no hace más que excluir y segregar alianzas y estrategias, no hace más que entregar credenciales a lxs illuminati, erigirse en juez. Un nombre tampoco puede ser nunca una marca registrada, a pesar de que éste tiene un tono pegadizo. No se trata pues ni una forma de hacer arte ni una carrera personal -aunque algunas veces necesite de los nombres (de los personajes conceptuales, o las ficciones literarias biográficas que hacen uso de los conceptos) con la que nuestros cuerpos han sido violentados. Pero no debemos confundirnos.


Este concepto se ha dado a llamar: PornoTerrorismo.


De Porné (en griego, Prostituta pobre o esclava) y Terrorismo (Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror).


PornoTerrorismo es un concepto claro y transparente en cuanto a sus modos y sus intenciones. El PornoTerrorismo es libre, político, y se entrega en gratuidad. El PornoTerrorismo no tiene telós ni líderes, ni subcomandantes, ni cuadros ni autoridades, puesto que no es mesiánic. El PornoTerrorismo es un medio, no un fin. Un medio negativo, mayormente, que jamás niega una acusación, jamás reacciona ante una increpación, pero se expresa a través de una iniciativa de discurso -no discute con su enemigo ni se defiende: simplemente Ataca-.


Y como anti-arte, como arma de acción directa, como ritual mágico de encantamiento, como exorcismo público, como máquina de guerra contra el aparato de captura de la norma social hetero, como potencia visual -contra/semiosis- el PornoTerrorismo es un modo de, un cómo construir un nuevo uso de los placeres y reprogramar nuestros deseos, un cómo engendrar las nuevas pasiones alegres que acrecienten nuestras riquezas corporales, nuestras potencias inmanentes, un cómo destruir las máquinas de la fabricación de los géneros y así generar una contraproductividad desde el placer-saber.


El PornoTerrorismo es un modo privilegiado de hablar el lenguaje del deseo, de lamer la superficie rugosa del sexo, y romper el engranaje del circuito excitación-frustración, el dispositivo que reactualiza con más fuerza cada vez nuestra asignación biopolítica. El PornoTerrorismo es una forma de insurgencia, divergencia, contra hegemonía, subversión, una insurrección sexual, y una objeción de género.


Sin ser popular, todas podemos devenir pornoterroristas en tanto y en cuanto el PornoTerrorismo es un código y como tal está abierto. Todas podemos operar sobre él, y con muy pocos elementos agenciárnoslo para la lucha. El PornoTerrorismo, cual quimera, hereda del remix su forma de componer cut and paste y de la intertextualidad, la idea de que la obra se termina de construir en la instancia de la recepción porque su accionar es comunal y colectivo, y de que el arte mimético es una mentira inútil.


El ritual PornoTerrorista consta de algunos de los siguientes componentes verbales y somáticos:


  • Poemas o palabras encantatorias de alguna índole con carácter sexual, o que inciten a la acción directa.

  • Visuales de género, o aquellas producciones que esta civilización decadente y horripilante muestra en sus noticieros sin más, verdadera pornografía del Imperio narco-gore. Si son bajadas de internet y son de poca calidad, tanto mejor.

  • Música de alguna índole que permita llegar al trance. Original o no, preferentemente hecha por máquinas electrónicas.

  • Desdibujamiento de las fronteras entre artista (oh, repugnante idea enemiga) y presenciante que se atrevan a penetrar, intervenir, accionar sobre el cuerpo de la maga/performer.

  • Elementos de los juegos extremos BDSM como flagelación, agujas, o asfixias.

  • Piel descubierta en la superficie del cuerpo, cara cubierta por el pasamontañas típico del insurreccionalismo anarquista, o con el pañuelo a lo bandido del Far West. O cualquier máscara que tengamos a mano5.

  • Maquillaje al estilo Pris en Blade Runner o The Joker en el Caballero de la Noche.

  • Fluidos y escatologías de toda índole: squirt, flujo, semen, sangre humana sobre todo menstrual, mierda.

  • Prótesis como ser cuellos y caderas ortopédicas, dildos y arneses.

  • Yuxtaponerlos y jugar con ellos como mas absurdo les parezca.


El doble gesto, intangible y plástico, del PornoTerrorismo desautomatiza, y nos recuerda que podemos romper todo, barajar de nuevo, dejar de leer guiones y hacer lecturas que atenten contra el orden y la nada que SE nos propone. Plantea desenchufarnos, dejar de ser dóciles, buenas, acatadas, salir de la trinchera del YO, exponernos al dolor y sentirlo suave y caliente, conocer nuestra posición en este plan de destrucción masiva que SE nos dirige, y organizarnos de nuevo, en contra, en retirada ofensiva, no con maniquíes programados a la par nuestra, sino con afines y compañeras de lucha, fuertes. Cortar el flujo que alimenta y desagua las máquinas que pulen nuestra vitalidad segundo a segundo. La huelga humana, punto número uno. Desertar del Yo, del varón y de la mujer. Caminar hacia el desierto, alegremente, abandonar la ausencia.



El PornoTerrorismo traerá a la presencia lo que damos por sentado; fantasmas conceptuales y corpóreos que merodean en el mundo toman visibilidad, horrorizan. Vuelve a pintar el muro, que plantado frente a nuestros ojos, deviene asfixiante y pretende aplastarnos con sus reproches y sus reclamos de novia. Nos saca de la placenta que propone el Imperio. Nos recuerda principalmente una cosa: hay un código diseminado que programa este mundo, ese código, pese a los que SE nos dice y las amenazas, está abierto, y es posible modificarlo, reprogramarlo. Hay que hackearlo. El PornoTerrorismo es un comando más del hacker. Es una potencia viral que contagia. Todas pueden intervenir en él.



El PornoTerrorismo, en su acto mínimo, habilita más que horas de noticieros y días y siglos de democracia. Es un acto que hace presente, a través de una metáfora corporal, la posibilidad mágica de soñar pensar y traer aquí, como el chamán con el Más Allá, un mundo nuevo. El mundo que anida nuestros corazones. El mundo que late en nuestras entrañas. El mundo de quienes hemos despertado y somos la pesadilla de quienes aun duermen. Para la bruja el más allá está aquí mismo. Es una realización en constante devenir de una idea que nació para resistir, y que, independientemente del cuerpo que ha creído bautizarla, ya existe desde siempre y ha caminado mutando y metamorfoseándose para tomar la forma caprichosa que utilizamos ahora y que por tal -constante sin forma fija-, no reconoceremos como patrimonio de ninguna singularidad. Es contingente. “Amar la existencia de la cosa más que la propia cosa” dijeron los rusos. Y creímos en sus formalismos.


Disponemos de esta afilada arma para cortar tejidos, ver brotar sangre enemiga, bilis, y risas aliadas y propias, muchas risas. Las que aquí estamos no deseamos otra cosa que ver en llamas la ciudad del enemigo. Las licencias que atan pedazos del cielo con una nube, ideas con cuerpos, nos produce la náusea que el vómito no provoca. Y risas, risas que sanan. Como lenguas sobre nuestras pieles.


No hay compromiso posible con el arte o las ganancias cuando urge la vida. Cuando urge la pelea. Las madres de las plazas fruncen ceños y lustran bronces porque no conocen otra forma de decir algo que les duele en el pecho. Nosotras pensamos que estos berrinches infantiles son causa del control que SE nos aplica, y no dicen nada. Solo comunican ingenuamente algo que ocurre con una pared de por medio y solo podemos intuirlo como quien conoce la dirección del viento y pronostica lluvia. Nuestro gesto derrumba ese muro.


Tomen el Pornoterrorismo y háganlo suyo, coman de él todas, déjense poseer por él, que su mutación continué con tantas formas como cuerpos haya, que su escurridiza forma siga escapándose de las manos de todas, ya sea por cosquilleo, ya sea porque nos ha cortado la carne y ahora sangramos.


Peleá con nosotras. Tal nuestra invitación tal nuestro mandato. Que llueva sangre.


Interverní. Este manifiesto será re-escrito una y mil veces por todas...



5“Las máscaras no recubren nada salvo otras máscaras.” (Deleuze)

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Didascalia


Más allá de toda oscuridad


Mientras exista una clase inferior, perteneceré a ella

Mientras haya un elemento criminal, estaré hecho de él

Mientras permanezca un alma en prisión, no seré libre.

La dijo Eugene Debbs, pero hubieramos querido que la dijera Bakunin.



Hoy por hoy, es inapelable el planteo de que el binarismo sexual (la construcción de los cuerpos sexuados varón/mujer) es un mito, una ficción del statu quo cuyo objetivo (uno de los...) es presentar diferencias económicas, políticas, de formas-de-vida como hechos naturales, y de ese modo, perpetuarlas. Y recordemos que nada hay mas real y tangible que una ficción genérica.

A través de la repetición de esta noción contingente, como así también de toda otra noción sobre las que se asienta “comodamente” el mundo que hasta ahora hemos conocido (familia, propiedad, trabajo, et cetera), se logra la encarnación de las normas hegemónicas en cuerpos e identidades que se presentan como hechos naturales. Si bien el ejercicio mental que implica siquiera concebir eso de manera diferente es titánico, todos estos hechos son convenciones que tarde o temprano caerán en desuso, y serán reemplazadas por otras, más útiles a otro sistema.

Sin embargo, ¿cómo se deshace esto? ¿Sólo por la voluntad? ¿Dónde están los sueños de cambio radical? ¿Cuáles son sus estrategias? Es momento de armar entonces nuevas máquinas de guerra libertarias, de afilar nuestros cuchillos.

La categoría moderna de “mujer”, tal como hemos sido advertidas muchas veces, ignora la subordinación en términos de raza, clase, elección sexual, entre otras cuestiones relevantísimas cuando algunas mujeres se expresan por otras... más oprimidas. A la saga del sexo aparece su sombra, el género, término bastardeado hasta al hartazgo, especialmente en los claustros académicos, que, de acuerdo al feminismo clásico, es el set de conductas, contingentes también, que un sexo biológico reviste y comporta de acuerdo a cada período histórico. No obstante, el género, que tampoco es el mismo entre todos las corporalidades, reduce e invisibiliza: una modelo de alta costura no reviste el mismo género que una mujer campesina cosechando en los arrozales aunque se siga afirmando que ambas son mujeres -con orgullo de su victimismo- del mismo modo, pese a que sus experiencias, e incluso sus cuerpos, se parecen sólo superficialmente. Si es que en algo se parecen...

Contra esa violencia donde ambas son construidas del mismo modo, nos expresamos. Podríamos trazar un juego de sentidos entre “apropiado” que en la crítica literaria de la antigüedad es llamado “to prépon” (en griego) o “decus” (en latín), y el género (binarismo sexual, pero también literario) como ficción narrativa: lo que no es apropiado refiere a aquellos modos de narrar que no se someten a las reglas de la correcta escritura literaria, de la correcta ficción. Ficción del latín, nuevamente, fingo: crear, hacer, dar forma. De este modo, además de normativizar todos los cuerpos, la biología y su brazo armado, la medicina, encontraron un buen campo de acción entre todas aquellas personas cuyos cuerpos eran, al parecer, diferentes, aunque, como nos recuerda Lacqueur, nada hay más parecido a un ser humano, biológicamente hablando, que otro ser humano.

Las feministas excluyentes y segregacionistas ponen en evidencia no sólo la reproducción del modelo de segregación racial/física/corporal/de clase/ et cetera, que ya el feminismo había tenido con sus mujeres negras, judías, pobres, latinas, lesbianas y todos los cruces que se puedan imaginar; sino también quiénes se hacen presentes cuando se dice “movimiento feminista”, quiénes se dicen mujer y bajo qué prerrogativas. Por otra parte, bajo el lema trans, también se escuchan ontolgías, es decir aquellas personas que desean que se les intervenga quirúrgicamente el cuerpo, a costos a veces bastante elevados, para adecuar lo que sienten (mente) a lo que son/parecen ser (cuerpo). Se presentan como personas que “optan” por una nueva identidad, no reconocida aún, y golpean a gritos poder entrar tanto al género como al sexo, poder ser normales. Reclaman sus derechos, imitan los gestos de la antigua gesta feminista. Y más temprano que tarde, imitarán sus errores: libretas sanitarias e identitarias, trabajos dignos, una familia... peticionando ciegamente ante un Estado que solo se hace fuerte como un demonio, cuando se lo invoca, convoca y habla. Sus cuerpos pierden en ese proceso (quirúrgico) de adaptación todo lo que había en ellos de disruptivo; la manipulación de esos cuerpos se vuelve similar al de una mujer que se somete a una cirugía estética para adecuar (se) a lo que el modelo imperante y hegemónico impone como deseable para su “sexo”. No son las mujeres transexuales las únicas a las cuales me refiero. También están ahí sus hermanitas huérfanas y pobres, las travesti (fenómeno muy sudamericano, como identidad propia), y lxs transgénero, cuerpos que no querrían ni adecuar ni adaptar nada a ningún sistema. ¿O sí? Las travestis, discriminadas, segregadas, apartadas de reuniones feministas, junto con otras tantas expresiones de género, se reproduce con las personas trans (travesti, transgéneros y transexuales) lo mismo que la sociedad capitalista hace con las mujeres, al admitir, en los planteos más modernos, que esa exclusión se fundamente en el hecho de que son aprehendidas y construidas por esa mirada que no deja de verlas como lo que “realmente son”.

¿La única manera de ser es “ser ontologicamente”? ¿Cómo se puede pensar más digno ser sirvienta de una mujer, que puta de un varón con una paga mucho más elevada? ¿Cómo, cooptadas por el discurso de la correción e inserción social, las travestis forman, con subsidios estatales, cooperativas de trabajo textil, con jerarquías y presidentas, dialogan con los poderes para pedir trabajos, para salir de las calles y entrar a la línea de reposición o de caja de un supermercado para controlar los bolsos de clientes que quizás estén cometiendo pequeños actos de expropiación? Reflujo de las identidades y sus reterritorializaciones, la única fuga posible es el nomadismo permanente.

Mi principal objeción tiene que ver con el deseo de querer llevar adelante una vida “normal”, obtener una buena calidad de vida. Ocupar la variable mayor del par metafísico. Cualquier identidad de género que pudiera ser objeto de reivindicación carece de todo planteo revulsivo. Veo aquí la trampa de los derechos civiles y de la ilusión de la inclusión, trampa que la democracia (o el socialismo), el mejor sistema de boicot a la lucha, creó para que todas nos quedemos tranquilitas, y trabajando como Dios manda.

La famosa anarquista Emma Goldman a principio del siglo XX había advertido de los peligros de confundir el derecho a voto con el poder de decisión y emancipación física y mental. Lo hegemónico se viene apropiando de las expresiones de género subalternas haciendo que todo lo que tenía de incivilizado perezca al ser tomado, debatido y aceptado por el Estado y sus instituciones (mientras creemos que toda descentralización de poderes es democratizante, crecen, más que nunca antes, la acumulación de riqueza y el poder en pocas manos). Lo subalterno se convierte, entonces, en proyectos de legitimación política domesticados por el sistema capitalista.

Si el cuerpo es un objeto político, social y cultural y no una naturaleza pasiva gobernada por la cultura, el sexo emerge desde el género, y no es el género el que emerge desde el sexo anatómico; se trata de un complejo mecanismo, una tecnología que define al sujeto como masculino o femenino en un proceso de normalización y regulación orientado a producir el ser humano esperado, normal, para asignarle una función social. Por eso, la importancia de desestabilizar las normatividad de las formas hegemónicas de la identidad sexuada y la búsqueda de nuevos agenciamientos ya no como sujetos identitarios de una política civilizada, civil y ciudadana, sino como manadas, como agenciamientos. ¿Cuál sería el objeto de los derechos civiles, de que nos acepte la sociedad, de que nos deje convivir “en paz”, cuál sería el sentido de iguales derechos? ¿Iguales a qué? ¿A quiénes? ¿Iguales para quién? Más aun, ¿el deseo es acaso real, individual, efectivo, y depende de los sujetos, o está mediado y normativizado por nuestra cultura, construido? El deseo, y sus objetos, que indudablemente van variado a lo largo de la historia, vienen de la mano de un concepto aun más peligroso, la elección, o libre albedrío que habla de la garantía de los sujetos individuales de expresarse libremente en un mundo de posibilidades, el concepto liberal de “autonomía de los sujetos” (¡vaya oxímoron!). ¿Es nuestro deseo? ¿Quiénes somos cuando decimos “Yo quiero esto para mí”? De allí que el problema no sería, en mi opinión, tanto quiénes pertenecen al movimiento llamado “feminismo” (en cuanto expresión de género), sino, qué piensan quienes quieren estar dentro de él, o quienes están efectivamente. Opt out, I prefer not tu, preferimos no hacerlo. Usted tiene que desistir...

Foucault llama policía al orden de los cuerpos que hace que una actividad sea visible y que otra no, que una palabra sea entendida como perteneciente al discurso y otra al ruido. Opone la política como actividad que desplaza un cuerpo del sitio que le estaba asignado, y hace ver lo que no tenía razón para ser visto. ¿Qué hay más allá de los cuerpos rebeldes y de las identidades nómades, de la performatividad que pone en evidencia lo construido (y por ende lo modificable) de las identidades de género y de su relación con el sexo/cuerpo y la socio-sexualidad? En el análisis de Foucault, las prohibiciones y reglas que refieren a los comportamientos sexuales, lejos de reprimir o inhibir la sexualidad, las producen, tal como la maquinaria industrial produce mercancías o bienes de consumo, y al hacerlo producen también relaciones sociales. Las tecnologías del sexo de nuestra sociedad son un conjunto de técnicas dispuestas para maximizar la vida en torno a figuras privilegiadas de una sociedad que se apila espanto como arena en las playas. Como aparato de producción y captura el género constituye individuos concretos en cuanto varones y mujeres.

No podemos seguir desentendiéndonos del género como cómplice cuando ha jugado un rol fundamental en la construcción histórica de la división capitalista del trabajo y en la reproducción de la fuerza de trabajo, pero así también en la división de tareas, en la opresión y exclusión y explotación, en la creación de un régimen familiarista de formas-de-vida solidarias a este Imperio. Del mismo modo que no podemos resolver o suprimir la incómoda condición del binarismo sexo/género asexuándolo o haciéndolo una mera metáfora, tampoco podremos resolver el lugar asignado a las diferentes expresiones de género resignado, ignorando y abstrayéndonos de las normas hetero-sociales y las hegemonías que responden y habitan esos cuerpos. Recordemos que toda relación y toda práctica es un lugar de cambio potencial y de reproducción simultáneamente.

La postmodernidad como mero discurso reconstructivo de la muerte de la razón iluminista nos lleva a creer que las cosas sólo son modificables en términos de reconciliación, resarcimiento y reivindicación (tolerancia, respeto, derechos, ley). Sin embargo, como horizonte de expectativa deseable y deseante, como proyecto que socava el poder de la razón iluminista, estamos frente a una oportunidad única de desacralización de los géneros, y las esencias, pase de magia fundamental para nuestras luchas libertarias concretas.





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Excursus


¿La importancia de un nombre?

El fin del queer


Para Claudia Rodriguez, amiga y luchadora, por repensarnos constantemente

Para la Paila Marina por su olor rancio a pescado



Suprime el Yo y se harán accesibles una miríada de posibilidades

Phil Hine

Parece que nos entendemos porque desconfiamos de las mismas cosas

Babasónicos



Bastardeado hasta el hartazgo, coartada de cuanto congreso académico pequeño-burgués se haya hecho dentro de los institutos de género del mundo, utilizado para vender hasta bandas de música otrora popular, queer es una gran bolsa de gatos que parece que todo lo puede, una especie de peronismo del género donde se dan cita desde gays o varones trans indignados porque no les permiten ingresar a tal o cual disco hasta ilusionadas chicas punks y anarquistas que tuvieron el privilegio de estudiar en la universidad.

Cómo término podemos rastrerar dos vertientes. Una anglosajona y la otra hispanoparlante. Dentro de la primera, y teniendo en cuenta que “queer” como palabra coloquial es in inglés un insulto que puede querer decir cosas tales como “puto”, “maricón”, o “sexualmente raro”, sufrió una reapropiación al ser tomado por las minorías sexuales sobre las cuales se utilizaba para el escarnio. Dentro de ese espectro, el término “queer” fue acuñado en su utilización académica por la feminista Teresa de Lauretis en 1991 cuando público “Queer Theory: Lesbian and Gay Sexualities”, pero se supone que ya había sido utilizado en su sentido coloquial por la feminista chicana lesbiana Gloria Anzaldúa previamente en su famoso libro hibrído Borderlines. De Lauretis pronto lo abandona advirtiendo cómo fue rapidamente asimilado por aquello que “queer” deseaba combatir, en especial en EE.UU.: “queer” era poco más o poco menos otro sinónimo de “gay”. Como vemos en los años 90 y en esa región, se proponía como afiliación contra la vieja guardia de gays y lesbianas que deseaban, y aún hoy desean, ser normales, ser como heterosexuales. Butler, asimismo, siempre advirtió sobre su contigencia como término del vocabulario político. De hecho, en Cuerpos que Importan, esta feminista señala que “El término queer fue precisamente el punto de reunión de las lesbianas y los hombres gay más jóvenes y de las intervenciones lesbianas y en otro contexto de heterosexuales y bisexuales para quienes el término expresa una afiliación con la política anti homofóbica. Esta posibilidad de transformarse en un sitio discursivo cuyos usos no pueden delimitarse de antemano debería defenderse no solo con el propósito de continuar democratizando la política queer sino además para exponer, afirmar y reelaborar la historia especifica del término.”

En cuanto a la utilización hispanoparlante de la palabra, donde ya no tiene ni la injerencia ni la connotación peyorativa que salta a primera oída cuando es pronunciado por quienes discriminan en inglés, “queer” no sólo ocupa un espacio dentro de los estudios académicos (un espacio sobre el cual es siempre bueno mantener la mayor cantidad de sospechas y reservas posibles) de la mano de personalidades que hacen bastantes esfuerzos por desmarcarse de su utilización inocente como Beatriz Preciado, pero que no logran tener la misma penetración que sus pares anglosajonas dentro del campo intelectual de las universidades. Dentro de esta vertiente, queer cuenta con un uso que se relaciona con prácticas -ya no estudios y papers- post-identitarias cotidianas, nuevas formas de agenciarse y articularse entre cuerpos, nuevas maneras de hacer pornografía como modo privilegiado de discutir las sexualidades (post-porno), etc.

Como vemos, en el mejor de los casos “Queer” y sus suspuestas políticas y teorías, han venido a convivir junto a los viejos modos de la indentidad lésbica-gay, es decir de una identidad que surge desde una práctica sexual y una elección de objeto (poderes psi y biología) y de ningún modo ni a superarlas ni a desbancarlas. En el mejor de los casos ha abierto la posibilidad para pensar nuevas posibilidades y potencias antes inexploradas sobre todo desde la discursividad. De hecho, fue Foucault quien declaró que no se trata de descubrir o liberar quiénes somos, aunque en realidad hablaba de los homosexuales varones -como él-, sino de resistir la norma y análizar cómo llegamos a ser lo que somos, lo cual posibilitó un desplazamiento fuera de la esencia del ser, la ontología. ‘Queer’ designa no una clase de patologías o perversiones previamente decondificadas por los poderes, sino un horizonte de posibilidades que en principio no puede ser previamente delimitado, pero que sí tiene ciertos presupuesto epistemológicos radicales por fuera de todo modelo de asimilación (queer no puede desear ser asimilado a la normalidad de ningún tipo – ni matrimonio, ni adopción, ni monogamia, ni pareja- a riesgo de dejar de funcionar como queer). Si es que “queer” nombra algo, es un hacer renovador, afilado y lapidario que no puede nunca quedarse quieto puesto que es nómade y atenta contra la generización y la ontologizacion (procesos de esencialización) intrínsecos a cualquier identidad que conformemos individualmente.

Como movimiento o agenciamiento de minorías sexuales radicales, de disidentes sexuales, u objetoras de género, queer tuvo la capacidad de articular e impulsar y volver inteligibles mediante el lenguaje la proliferación de prácticas sexo-afectivas por fuera de los marcos institucionales ya sea externos como internalizados. Como tal, se opuso gravemente a los límites de las viejas formas de hacer política , aunque no mediante un acuerdo tipo programa, y denunció la organización y regulación de la sexualidad mediante el matrimonio, la familia, y la crianza dentro de estas dos instituciones por las que bregan los derechos civiles GLTB y cuya identidad hoy por hoy son la reterritorialización más aguda de la familia como célula social. Aquello que los cuerpos biopolíticamente asignados a mujer/varón normales van abandonado por tedioso (matrimonio, pareja, familia, hijxs, trabajo) vuelve cual reflujo fortificado por la noción ecuménica de un ser-politicamente- correcto gracias a las identidades GLTB.

Queer tuvo una necesidad fisiológica al momento de nacer: debía hacer frente a la noción de “gay” que cada día más se vuelve el alíado cool y estratégico de la heternorma. Vale decir, cuando “gay” demuestra cuán democráticos, abiertos, amigables son los gobiernos, cuándo gay viene a querer decir repúblicano, varón de clase media y media alta profesional, chica bonita que regentea proyecto cultural, “queer” le ha salido al enfrentamiento como cuerpo indócil de la política GLTB, como barba de travesti amanecida que quiere continuar siendo trabajadora sexual, o lesbiana golpeadora y borracha, como puto barebacker, como varoncito inclasificable que le gusta chuparle la pija a sus amigos pero también la concha a sus amigas. Es decir, como el secreto sucio que los primos Gays&Lésbicos prefieren ocultar para poder ingresar a un lugar que no se sabe bien cuál es, ni dónde está pero que parece bastante horripilante cuando no anodino, llamado normalidad. Y del cual los así llamado s heterosexuales parecían querer salir...

Así, indudablemente, queer ha venido a señalar aquellas prácticas sexuales que quedaban fuera de la ley y por tanto eran o ilegibles o insostenibles mientras en el discuro público de las políticas de género mainstream emergían nuevas categorías y jerarquías que reforzaban la distinción entre vidas legítimas y dignas de ser resguardadas y aquellas que no a través de una nueva moral GLTB. De acuerdo a esta lectura, queer tuvo como misión sostener que el género es un dispositivo de control, un aparato de captura de los cuerpos (un policía podríamos decir), una matriz de inteligibilidad que creaba materialmente cuerpos dividiéndolos en varones y mujeres, para luego adjudicar a cada cuerpo construido una sexualidad muy normal hetero, otra menos normal pero en vistas de ser normal homo, y una que oscilaba entre las dos bi, de donde se desprendía, a su vez, todas las formas de cariño, resguardo y todas las lógicas amatorias posibles, que por supuesto eran más vale pocas e individuales y sostenidas por la vieja noción romántica de Amor. Las políticas queer abogaban por otras formas de autoprotección por fuera de la legitimación y el reconocimiento del Estado, por la organización y agenciamiento de la amistad (sexo-afectiva) como modo privilegiado de sostenernos por fuera del amor romántico que redunda en la replicación y reproducción del individuo (otra de las ficciones del capitalismo) y de los crímenes de pasión u odio al cual la tele nos tiene acostumbradas.

Por eso, queer podría ser entendido como una manera de mirar el mundo, un punto epistemológico crítico de acción hic et nunc más que como una esencia o sustancia que se desprende de las cosas. Queer ha intentado salir de la diferencia sexual, la lógica dialéctica y el binario sexo/género para poder pensar cómo llegamos a ser lo que somos y a qué poderes responde ese “ser”. Queer nos ha demostrado que una no nace de un género sino que se vuelve de un género, y el proceso de volverse nunca termina, y una nunca llega a lograr el género que tampoco es una sustancia ontológica. La pregunta de “Quién” siempre falla en contestar la cuestión de quién viene después del sujeto, qué había antes o cómo podríamos devenir sin él. Más aun, muchxs no cuentan como sujetos dentro del discurso hegemónico ni tienen un nombre reservado dentro de ese discurso. Si el reconocimiento nunca se satisface, los cuerpos no reconocidos deben llevar acabo sus propios agenciamientos comunales por fuera de la ley más que luchar por poder ser leídos, comprendidos y aceptados. ¿A quién le pertenece el deseo de género? La no discriminación y la igualdad no son los únicos dos argumentos de la política. Por eso, la pregunta es por qué el matrimonio gay es el centro del debate del movimiento de gays y lesbianas, su tema principal, cuando hay tantos otros temas tan principales como la violencia contra la gente trans, el suicidio entre lxs jóvenes, envejecer fuera de los parámetros de la familia nuclear y no tener apoyo. ¿Por qué el matrimonio es la relación social que nos compromete? Es una de las tantas relaciones sociales, sin embargo, es la que concibe el universo como monógamo, binario, propietario de clase, y su inclusión como clase media.

Queer también tuvo algo que decirle al feminismo institucional y/o tradicional que confía en informar a la policía cuando algo “malo” ocurre, o de trabajar dentro de los marcos del Estado y sus legalidades convirtiéndolo en un interlocutor válido, re-otorgándole un poder que ha ido perdiéndo solo frente a otras instituciones contra las que compite como la industria farmacológica si comparamos el Estado que tenemos hoy con los Estados- Nación de principio del siglo pasado. Allí queer revisó lo mejor del pasado del feminismo radical y su noción de sexualidad radical de la mano de la primera Pat Califia y Gayle Rubin con su grupo sadomaso lésbico Samois que se trenzaba en despiadadas peleas contra las potificas, reaccionarias y mojigatas Dworkin y McKinnon para buscar la forma cómo coalicionar aquellos cuerpos-márgenes: trabajadorxs sexuales de todo tipo y color, migrantes ilegales, consumidores de drogas, travestis y transgéneros, pueblos originarios, personas con diagnósticos psiquiátricos. Es decir, los malos e indóciles sujetos de las políticas sexuales que no dejan dormir en paz el bebé concebido con la costosa inseminación artificial de la amorosa pareja lésbica profesional blanca y exitosa que se ha casado en Buenos Aires para poder heredarse los bienes de su propiedad privada obtenidos en cargos gerenciales. Queer supuso aquí tener prácticas feministas iracundas sin necesidad de ser mujer.

Ahora bien, puesto que por un lado, en su presupuesto de origen, queer debe estar en permanente fuga puesto que denuncia la jerarquización de las identidades candidateables a la normalidad y teme la re-ontologización de las esencias; y por el otro lado, habita como dicurso en ciertas latitudes paupérrimas donde ni siquiera existe lo GLTB, nos encontramos frente a una encrucijada. O bien lo seguimos utilizando a sabiendas de que ha sido completamente asimilado como significante por aquello que, tal como denunció de Lauretis, venía a combatir; o pasamos una y otra vez por la fallida experiencia GLTB cual marxistas del género hasta que nuestras comunidades sexuales más marginales puedan ser burgueses del género y así hacer la revolución. No obstante, dado que queer se basó históricamente en el desencanto de la política gay/lésbica pero también del feminismo, como significante vacío que se ve hoy rellenado con predicados improcedentes puede devenir un verbo-práctica, una acción que recupere su capacidad de destabilizar los supuestos sobre el ser y el hacer sexuado y sexual, que re-actualice la discordancia con lo normal y la norma, y resista y combata la asimilación mediante la creación de conceptos mutantes que se crucen con otras formas de pensar la política que jamás abandonen la perspectiva género-corporal del centro de la escena -puesto que es allí donde se libra hoy la guerra- en vez de tratar de salvarle la vida frente a su inegable asimilación. Desde los principios de libre asociación del anarquismo para realizar articulaciones políticas, las teorías radicales sobre la sexualidades colectivas del feminismo sadomaso, las manadas y los tecnocuerpos esquizos que huyen todo el tiempo hasta de si mismos.

No son los temas del queer los que han fracasado, sino su nombre que sin nostalgia puede ser dejado atrás puesto que, como tantos otros, ya no quiere decir nada, para poder devenir colectivamente. Ni la integración voluntaria al sistema, ni la pugna por una vida mejor y más cómoda dentro de él, es decir el reconocimiento de derechos que son siempre privilegios, sino la creación de nuevos escenarios fuera del mapa del control, lejos de las coordenadas psico-físicas del Imperio. En vez de ser aceptadas por el sistema como buenas o malos, estimular nuestras potencias para generar situaciones, estados de excepción que perduren por el mayor tiempo posible donde el acontecimiento y la presencia sean inmunes a esa aceptación, a su deseo. Siguiendo a Emma Goldman en La tragedia de la emancipación de la mujer, ahora hay que emanciparse de la emancipación.



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POST-SCRIPTUM

La afinidad es el sustrato social del anarquismo, pero un horizonte más amplio acoge al espacio antropológico que le es favorable y desde siempre se lo llama “amistad”. Variadas son las líneas genealógicas que confluyen en el despliegue moderno de la amistad, tal como la conocemos actualmente. Al ideal griego clásico se agrega el de la fraternidad revolucionaria. Uno y otro insistieron en la igualdad posicional y en la necesidad de “cuidar del otro”. Durante el siglo XX la amistad comenzó a trascender la relación interpersonal y devino una práctica social que se desplaza sobre espacios afectivos, políticos, económicos antes ocupados por la familia tradicional. Es un amparo contra la intemperie a la que el capitalismo somete a la población. La amistad supone ayuda mutua, económica, psicológica, reanimadora, incluso asesorial, y-eventualmente- política, convirtiéndose así en el tónico y red fundante de la socialidad actual.

Cristian Ferrer. Cabezas de Tormentas.



Todo está por construir. Debes construir la lengua que habitarás y debes encontrar los antepasados que te hagan más libre. Debes construir la casa donde ya no vivirás sola Y debes construir la nueva educación sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo esto lo edificarás sobre la hostilidad general, porque los que se han despertado son la pesadilla de aquellos que todavía duermen.

Tiqqun . La guerra recién ha comenzado


stand still and i will read to thee

a lecture, love, in loves philosophy

John Donne


Nos dirigimos a lxs inconscientes que protestan. Buscamos aliadxs. Tenemos gran necesidad de aliadxs. Tenemos la impresión de que nuestros aliadxs ya están por ahí, que se nos han adelantado, que hay mucha gente que está harta, que piensan, sienten y trabajan en una dirección análoga a la nuestra…
Gilles Deleuze


La gente que se llena la boca con la revolución y la lucha de clases sin referirse explícitamente a la vida cotidiana, sin entender qué es subversivo en el amor y sin un rechazo positivo de las ataduras, esa gente tiene muertos en la boca
Raoul Vaneigem, The Revolution Of Everyday Life




Terminar de escribir, comenzar a pensar,

y vivir lo que en estas páginas se expresan desde el fracaso.


Sincericidio: No estamos mejor que vos del otro lado. No nos va mejor. No nos sentimos menos sola. No hemos encontrado todo el tiempo lo que buscamos, no hemos sido capaz siempre de construirlo. Fracaso luego soy, anónimo, frágil, débil casi absurdo. La tierra prometida no existe, no hay adonde huir.

Y sin embargo,

desistir, fugar, perder el miedo a la incertidumbre. Alguien en algún lado en algún momento, me va a atajar si me arrojo al caos de no saber. Lanzar señales y no temer, encontrar a lxs afines en el desierto. Aceptar y comprender lo temporario de lxs compañerxs de ruta y agradecer en cada estación lo que brindan en ese momento.

Nada más.

Desmitificar los vínculos de sangre, y de amor, en pos de una soledad libertaria. No tener miedo de la soledad, es una amiga muy íntima y entrañable. La muerte siempre acompaña al guerrero.

Y sin embargo,

el ideal de la media naranja, del Príncipe -o la Princesa- azul, de aquella otra persona, única e irrepetible que vendrá a completar nuestras vidas lo ha sobrevivido todo; todas las guerras, todas las revoluciones, todas las revueltas, todas las tomas, mientras la camaradería libre entre bestias salvajes sin Amo es un susurro a lo lejos sobre una tierra desertificada más allá de lo convencional y aceptable. Inaudible, y combatida.

¿Sobrevivirá el ideal romántico el apocalipsis como cucarachas transgénicas?


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Luddismo Sexual, teje con rabia e ira, tales sus tecnologías y sus máquinas de guerra contra el control romántico y el de la familia nuclear que se matiene desde hace siglos, reclama una manada que se alimente de sangre pero no se base en ella.

Luddismo sexual contra el dictum aquel de que todo lo que cae fuera de la ecuación normativa del Amor romántico sea promiscuidad.

Luddismo Sexual contra el cualquierismo machista del biovaroncito de turno usurpando aún más privilegios nocturnos en la boite experimental de moda.


Dinamitar los binomios y sus dicotomías identitarias fijas, hacer volar por los aires conceptos y prácticas que emanaban del hombre/mujer-homosexual/heterosexual.

Que no quede nada. Tan solo juegos. Y jugar, siempre jugar.


Luddismo Sexual, que hace incapié en la necesidad de una ética amatoria y una teoría de las emociones basadas en híbridos corporales sexo-afectivos; una ética anti-jerárquica que nos guíe cuando no sabemos dónde ir. Deseo, una estrella a seguir.

Luddismo Sexual, afinidad y no identidad. Afinidad, tradición del anarquismo amoroso, actualizada: una manada de lobos en constante devenir, comunidad imprescindible para la supervivencia de quienes habitan la diferencia como único hogar posible, como única casa donde ya no viviremos solas. Quien se exilia, exilia y lleva consigo el hogar habitable.

AmoR, el enemigo, el mejor policía, el mayor vigilante de un sistema que necesita hacerse de mentes dóciles atadas a cuerpos blandos. Inarticuladas, durmiendo el sueño de los justos, soñamos posesión, reclamar algo como propio. AmoR exige copyright (le llama creative commons, aura, originalidad, creación). AmoR cree en los y las artistas, cree en el espectáculo, cree en el Uno, cree en prohibir, cree en el Yo Yo Yo.

Luddismo Sexual, búsqueda de una intimidad perdida más allá de la esclavitud del trabajo y de la esfera de la utilidad. Disfrute que se conoce en el sentido carnal del término cuando todas las posibilidades, es decir, las potencias, son puestas en juego. Cuando lo hemos perdido todo, alegremente. Empereia.

Ludditas, nos lanzamos hacia adelante como proyectiles, como balas, como flechas. Granadas, antorchas. Minas. Sin iluminaciones ni iluminismos. Nada de lo aquí narrado ha terminado de construirse, nada realmente nos ha salido, cómo lo hemos deseado. Nada terminará nunca de cuajar, ni estará soldado.

Repetimos: no existe la tierra prometida. Todo está por construir.

Luddismo Sexual, vivir una vida potente, que cada jornada sea un recorrido filosófico. Pasiones alegres.


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Ya no más sujeto que se siente sujeta porque quiere un objeto. Sujeto constituido por el deseo de algo que no tiene, deseo como carencia. Dejar de estar sujetadas, dejar de ser sujetos para devenir manada, bandada, jauría. Pensar la libertad como lo inasible.

Ponernos en riesgo, nuestra sociabilidad, nuestra sexualidad, nuestro relato autobiográfico, para erigirse, dejar de ser sujeto: paradoja de la subjetividad torcida: dejar de ser sujeto, ponerlo todo en riesgo para erigirnos. Olvidar que fuimos humanas. Olvidar que tuvimos una familia. Transgredir la ley y disolver el Yo autobiográfico en pos del devenir de jauría animal.


Violencia no me enturbies, dame otra vez instinto, dice la poeta.


Yo frente a mi computadora

Yo frente a esto que vivo/escribo

Yo frente a mis pensamientos cotidianos

Yo frente a mis fantasmas y mis temores


Nosotras frente a frente devenimos amigas.

Nosotras.



Luddismo Sexual, desear ardientemente a mis amigas. Hacer la guerra por él, poder ser enemiga. Desear ojos firmes y la mirada de soledad. Pan y soledad. Pan y tu amistad. El esclavo no puede ser amigo, el tirano no puede ser amiga.


“... la mujer no es todavía capaz de amistad: solo conoce el amor. En el amor de la mujer hay injusticia y ceguera frente a todo lo que no ama. Hasta el amor sapiente de la mujer continua habiendo agresión inesperada (reacción) y rayo y noche al lado de la luz.”


Luddismo Sexual, dejarse contagiar. Enfermar y sanar. En el contagio hay fusión y la posibilidad de que surja algo nuevo. Impensable como nuevos deseos y nuevos placeres.


Luddismo Sexual, desprogramar el género, hackers con garritas, como parte de la producción de lo seres humanos conforme a las reglas que reproducirían la familia heterosexual normativa, puesto que la reproducción generizada de personas depende de la regulación social de la familia y su injerencia fundamental en la reproducción de personas (hetero-normativizadas) aptas para incorporarse a la familia en tanto forma social: producción y reproducción de la vida inmediata y reproducción material y simbólica. Así, género y sexualidad pasan a formar parte de la vida material, y aquella vieja división del marxismo clásico se prueba no solo errónea sino también inútil para la mutación del sistema. Género: al servicio de la reproducción. Reproducir personas y reproducir la sociedad, reproducirse. Modelo obligatorio e imperante del intercambio sexual que reproduce una sexualidad constreñida por la reproducción y la noción naturalizada del sexo en el cual la reproducción tiene una función primordial.


….......


Podemos, pues, terminar de una vez por todas con los juicios trascendentes. Podemos, pues, de una vez por todas terminar con los binomios, las conclusiones y la dialéctica. Podemos, finalmente terminar con los finales. Si prescindimos de la especie, hacemos saltar por los aires lo que está bien y lo que está mal para todos los individuos de una especie: Juzgar inmanentemente es establecer qué es lo que conviene a cada potencia, qué la hace crecer, expansionarse.


No existe el bien y el mal general.


Luddismo Sexual, cada cuerpo busca ampliar su territorio mediante sus devenires, a través de encuentros con sus amantes-compañeras-manaditas. El encuentro con un libro, con una música que me conviene es un devenir ese cuerpo que me lo acerca, ese libro, esa música cuando no imito, sino que dejo que me invadan y que mi territorio se amplíe. Me expando. Me vuelvo un jardín permanente.

Luddismo Sexual, más fácil decir que hacer, porque es fácil decir que vivir encontrando las afinidades, construyendo las cosas, edificando las ciudades, escribiendo lo libros.

Y sin embargo,

los encuentros convenientes harán crecer la potencia de nuestras vida y por tanto la alegría. Lo difícil es saber cuáles son esas cosas que me convienen y cómo encontrarlas.

¿Existe un método? No existe nada.

Solo pólvora, granadas, y desistir. Arrojarse al desierto al exilio, abandonar la comodidad de hogar, de la familia, de los binomios y de la trascendencia. Dejar de desear querer ser “alguien”. Resistir: borrarse, experimentar, hacer rizoma. Combatir. Difuminar en nosotras el universal o la especie a la que fuimos asignadas: “mujer”, “blanco”, “occidental”. Luddismo Sexual, poner en movimiento el territorio, emprender líneas de fuga, desterritorializarse. Nómada, continuamente moviéndose fuera de los estratos de la identidad como personas, como seres humanos, fuera de la lógica binaria por la que somos u hombre o mujer, o niño o adulto, o profesor o alumno, o humano o animal.

Luddismo Sexual, combatir el uno de nuestra identidad y hacernos múltiples, devenir imperceptibles, indiscernibles, impersonales, devenir mundo-bosque. No se trata de huir del mundo sino hacer que este mundo huya de nosotras. Mundo, huye, mundo de la clasificación de la lógica binaria, mundo de nuestra identidad recortada, negro sobre blanco.

Luddismo Sexual, “Nadie sabe lo que puede un cuerpo”, cuerpo que se define por los afectos de los que es capaz, por el grado de su potencia, por los límites móviles de su territorio, entonces no se puede saber lo que puede un cuerpo antes de la experiencia.

Por supuesto que hay algunos encuentros de los que podemos afirmar, con toda seguridad, que serán fatales -la ingestión de determinadas sustancias, el choque con determinados cuerpos-, pero para el resto de posibilidades que el azar nos ofrece no podemos saber qué pasará. Podemos sí, poner el cuerpo, correr el riesgo, e intentar evitar aquellas pasiones tristes que disminuyan nuestras potencias.

Luddismo Sexual, nuestro devenir proceso de deseo. En la amistad, tenemos algo en común: un gesto con la mano al saludar, una sonrisa particular cuando nos miramos, sonreir con los ojos, saludar con los dientes: gesto de presencia lleno de gracia infinita, como si estuviera tocando el centro mismo de tu vida. Encanto que se percibe tal vez cuando alguien pierde un tornillo y muestra su vena particular, - locura le dicen los mismos que nos dicen varón/mujer.

Luddismo Sexual, no pretender saber lo que se es de una vez y para siempre. No descubrir nada. Delirar, endemoniada.



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Luddismo Sexual, deseo - producción del nuevo artesanado de los placeres. Deseo todo lo que esta en ustedes, todos los libros, todos los mares, todas las lecturas, todas las músicas, todos los tréboles, y los hipocampos que habitan en tus cuerpos.

Desear es desear desenrollar.

Helechos.

Luddismo Sexual, una disposición deseante. Construir el deseo de un hábitat que incremente nuestras potencia, mundo-bosque en el cual el deseo discurra. Deseo blanco de la flecha deseo.

Luddismo Sexual, un cuerpo como voluntad de potencia. Lógica inclusiva, lógica conjuntiva. Sumar. Devenir una revolución. Sin porvenir. Movimiento que conecta y crece desbordando los marcos de la vida normal.

Luddismo Sexual, ojalá nunca sepas quién sos. Fortunatos ignaros dice Horacio.

Luddismo Sexual, resemantización constante, distorsión, desviación, contornos de formas que todavía no podemos prever.

Luddismo Sexual, grieta de resistencia, incapacidad de acercarse a la norma y subversión de la norma. La subversión es un tipo de repercusión que se resiste a los cálculos.

Luddismo Sexual, reformular el parentesco y la definición de hogar, creación discursiva de comunidad que crea vínculos afectivos entre sus miembros, se preocupa por ellos, y protege.

Luddismo Sexual, inventar relación aún sin forma, amistad: la suma de todas las cosas a través de las cuáles, podemos darnos placer. Relaciones de intensidades múltiples, colores variables, movimientos imperceptibles, formas que mutan. Metamorfosis. Volvernos más susceptibles de placeres.


Luddismo Sexual,

¿a qué se puede jugar y cómo inventar un juego?


1 comentario:

  1. Nada que decir frente a tu despliegue libertario amplio, profundo. Gracias por las ideas

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